Hoy conmemoramos el 51 ° aniversario de la llegada del hombre a la Luna, hecho que involucró la ardua labor de diversos ingenieros y especialistas. Más allá de reflexionar sobre la complejidad en el diseño de la tecnología empleada, quiero exhortarlos a imaginarse cómo lo cotidiano se vuelve un reto bajo las circunstancias adecuadas. Una cotidianidad que, muchas veces, damos por sentada, pero que, cambiando una sola variable, se requiere el trabajo de las mentes más brillantes para ejecutar una idea. Estos retos se vivieron en la primera expedición exitosa a la Luna.

Sobre esta aventura histórica quedaron infinitas anécdotas, pero hay una en particular que nos permite apreciar cómo lo cotidiano puede volverse una tarea muy compleja de realizar: hablamos de tomar notas en un papel. Aunque pueda sonar irrisorio pensar en que esto involucre a todo un equipo de ingenieros, fue así como sucedió. Esto debido a una sola variable, la cual sigue siendo la principal fuente de reflexión al diseñar la vida en el espacio: la falta de gravedad. ¿Cómo afecta esto a la escritura? La respuesta tiene que ver con el funcionamiento de los lapiceros convencionales. Si nos fijamos en la punta de nuestro lapicero, encontramos una minúscula bola que, al girar, deja caer la tinta contenida en un tubo ubicada al interior. Por ello, cuando no hay gravedad, la tinta no cae hacia la punta del lapicero. Así, escribir en el espacio se convirtió en todo un desafío para el equipo de desarrollo de la NASA.

En la Ingeniería, al diseñar se sugiere que el enfoque sea el entendimiento de la problemática y del contexto donde se implementará la solución. Por ello, la propuesta presentada por los rusos para la escritura en el espacio no era viable para la NASA. Haciendo gala de su característica genialidad y practicidad al resolver problemas, los rusos propusieron usar lápices para escribir en el espacio. Siendo, aparentemente, la solución ideal para el problema, existía un detalle que los científicos de la NASA encontraron inaceptable. La seguridad de la nave se podría ver comprometida si la punta del lápiz se rompía, ya que está compuesta de grafito y, al hacer contacto con los sistemas internos, podría generar cortocircuitos.

Finalmente, se llegó a una solución con un diseño especial que, mediante aire a presión, empujaba la tinta para que saliera por la punta del lapicero. Para ello, fue necesario invertir millones de dólares en el trabajo de muchos especialistas durante varios meses. Todo para poder escribir con un lapicero en el espacio.

Por eso encuentro sorprendente cada proceso de diseño que desarrollo. Una sola variable puede hacer que el acto más sencillo suene a una tarea imposible de realizar. Es ahí donde se encuentra el reto del ingeniero, en pensar y analizar todo su entorno y no enfocarse meramente en la solución. Y es ahora, en el 2020, que todos estamos siendo retados a pensar de esa manera. Una nueva variable ha ingresado para atentar contra nuestra normalidad: la COVID-19. Es ahora cuando la misión de la NASA, por adaptar lo cotidiano al ambiente espacial, se ha extrapolado a todos nosotros. Diseñemos nuestro entorno, no para sobrevivir en el espacio, sino para retomar la normalidad de nuestro día a día, sanos y protegiendo a nuestros seres queridos.

Fuentes de investigación:

https://www.nasa.gov/sites/default/files/80660main_ApolloFS.pdf

Escrito por:

MSc. Carlos Ugarte Palomino
Coordinador de la carrera de Ingeniería Mecatrónica de USIL.