Maguiña, Gastelo y Teguen (2020) referieren que la actual pandemia de Covid-19, producida por una cepa mutante de coronavirus el SARS-CoV-2, ha generado en todo el mundo, en el siglo XXI, una severa crisis económica, social y de salud, nunca vista. El ámbito de la educación no ha sido ajeno a esto., trayendo consigo nuevos retos tanto para los docentes como para los estudiantes.

En el portal web de la Universidad de Lima cita que el Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Unión Internacional de Telecomunicaciones evidenció que “durante los meses de marzo y abril de 2020 el 73,8 % de la población estudiantil mundial se vio afectada por la interrupción de las clases presenciales en los colegios, lo que equivale a cerca de 1.292 millones de estudiantes de 186 países”. Asimismo, “el 50% del alumnado no contaba con un ordenador y el 43% carecía de conexión casera de internet”.

Aunado a lo anterior, cabe hacer hincapié en el tema de la salud mental. En el portal web del Ministerio de Salud del Perú (MINSA) se precisa que la salud mental de las personas se ha visto afectado producto de la pandemia, puesto que han tenido que enfrentar a diferentes situaciones y/o problemas como es el caso de la pérdida de un ser querido, el temor al contagio, la pérdida de trabajo, entre otros, que ha desencadenado en cuadros de estrés, depresión y angustia.

El Ministerio de Educación (MINEDU) consciente de las necesidades y dificultades que ya existían en este sector antes de la pandemia y que, debido a ella, se están acrecentado y confluyendo con nuevas problemáticas, está impulsando el retorno seguro a las clases presenciales en el 2022 dentro del contexto de la emergencia sanitaria.

Ante este panorama como docentes debemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿cómo podemos hacer frente a los retos de la educación presencial para el 2022? Si estamos buscando fórmulas o recetas debemos ser realistas y conscientes de que éstas no existen, pero sí contamos con propuestas educativas innovadoras que podemos tomar como ejemplo.

Este es el caso de la Universidad San Ignacio de Loyola (USIL), que ha implementado el formato hyflex (híbrido y flexible), que ha permitido combinar las clases de manera presencial y remota. La universidad como parte de su compromiso educativo ha echado mano de la tecnología para lograr la continuidad académica. Asimismo, ha posibilitado que tanto los docentes como los alumnos mejoren en el uso de las herramientas tecnológicas y las sesiones de clases sean vistas desde otra óptica, es decir, hacer que tanto el alumno que está conectado a través de un dispositivo electrónico y el que esta interactuando directamente con el docente en el aula reciban la misma calidad de educación.

Por otra parte, uno de los desafíos que se deberá atender en este retorno a clases presenciales es el acompañamiento y contención emocional de los estudiantes, docentes y demás agentes de la comunidad educativa. Frente a ello, surge la necesidad imperante de mantener y fortalecer los lazos de comunicación y confianza entre la institución educativa con las familias de nuestros estudiantes, puesto que debemos recordar que los padres y/o cuidadores han sido los aliados indiscutibles de los profesores durante toda la etapa de la educación virtual.

Aunado a lo anterior, es indispensable hacer un diagnóstico inicial tanto académico como emocional de los alumnos, ser conscientes de sus necesidades, deficiencias, problemas, entre otros, para que desde el inicio se puedan proponer estrategias de intervención que permitan dar un adecuado acompañamiento personalizado, acortar las brechas académicas que puedan presentarse y preservar la salud mental.

Un aspecto que es importante enfatizar es la necesidad de reconciliar la enseñanza en modalidad virtual con la presencial. Tanto los educandos como los docentes han tenido que enfrentar una serie de desafíos durante la educación virtual, pero también han ganado una serie de destrezas, habilidades y conocimientos a razón de tener que manejar diferentes programas, plataformas y herramientas tecnológicas, los cuales no deben ser dejados de lado, sino que pueden ser empleados para hacer las clases más interactivas, brindar una retroalimentación más efectiva, promover un aprendizaje más autónomo, incentivar la creatividad y la investigación, proponer actividades retadoras, generar nuevos campos de acción tanto para el alumno como para el profesor.

Fuentes de investigación

Escrito por:

Solange Ana María Caballero Soto
Docente de la Escuela Profesional de Educación