Por Lenny García Naranjo Loayza, Docente de la carrera de Administración y Gestión Ambiental de la USIL.

La UNESCO define a un ecosistema como una unidad compleja y autosuficiente con una determinada extensión territorial, dentro de la cual se mantiene cierto equilibrio en las interrelaciones de las comunidades de seres vivos y los elementos físicos y químicos que la componen. Se manifiesta un flujo y ciclo de funciones y energía las cuales se transforman y se mantienen en equilibrio. Los ecosistemas son importantes porque nos brindan bienes y servicios, llamados “servicios ecosistémicos”.

Tradicionalmente los servicios ecosistémicos se agrupan en 4 tipos. i) Servicios de abastecimiento, los que incluyen agua dulce, alimentos, materias primas y medicinas. ii) Servicios de regulación, como regulación del clima local, de la calidad del aire, y de los flujos de agua, polinización, secuestro y almacenamiento de carbono, protección de suelos, entre otros. iii) Servicios de apoyo como hábitat para especies y conservación de la biodiversidad y iv) servicios culturales, como turismo, inspiración para manifestaciones culturales, actividades de recreo, entre otros servicios.

Los servicios ecosistémicos son variados e importantes porque contribuyen para nuestra existencia y bienestar, sin embargo, las actividades antrópicas han degradado los ecosistemas y con ellos los servicios que nos proveen. La Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) señala que combatir la degradación de la tierra y restaurar las tierras degradadas es una prioridad urgente para proteger la diversidad biológica y los servicios de los ecosistemas vitales para toda la vida en la Tierra y para asegurar el bienestar humano.

Como respuesta a la degradación de los ecosistemas se cuenta con la restauración, la cual es definida por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) como un proceso de ayuda a la recuperación de un área, ecosistema, o paisaje degradado, dañado o destruido. Esto con el propósito de retomar su trayectoria ecológica, mantener la resiliencia, conservar la diversidad biológica y restablecer la funcionalidad de los ecosistemas y paisajes.

Mola, Sopeña y de Torre definen dos tipos de intervenciones de restauración ecológica que pueden aplicarse: la restauración ecológica pasiva que se centra en eliminar o minimizar las perturbaciones causantes de la degradación, dejando que el ecosistema degradado pueda recuperar por sí mismo su estructura y funcionalidad; y la restauración ecológica activa que consiste en la intervención directa del hombre sobre la estructura y características del ecosistema degradado, con el fin de remplazarlo, rehabilitarlo o restaurarlo para garantizar la existencia de un ecosistema estructurado y funcional. Como ejemplos de restauración ecológica activa en bosques se tienen a las plantaciones y a la silvicultura entre las más comunes.

Es necesario tener conocimientos especializados sobre las intervenciones a realizar para aplicar adecuadamente las actividades de restauración, por ejemplo, la aplicación de técnicas silviculturales.

Sin embargo, nosotros de manera general también podemos contribuir con la restauración pasiva de los ecosistemas mejorando nuestra relación con la naturaleza lo cual significa cambiar nuestro comportamiento antropocéntrico por uno biocéntrico. Tener un comportamiento biocéntrico significa reconocernos como parte de la naturaleza y por lo tanto evolucionar de manera conjunta y responsable con ella.

Debemos participar responsablemente en la gestión sostenible de los recursos que nos brinda la naturaleza para evitar o por lo menos disminuir el impacto negativo de nuestras acciones en los ecosistemas brindándoles la oportunidad de recuperarse por sí mismos.

Los ecosistemas nos brindan servicios importantes para nuestra existencia y bienestar por lo cual debemos conservarlos y gestionarlos de manera sostenible. De esta manera, también contribuimos con asegurar la existencia y bienestar de las generaciones futuras. Necesitamos desarrollar una relación recíproca con los ecosistemas y participar en su restauración es parte de esta reciprocidad.