En esta etapa difícil ocasionada por la pandemia, que azota a nuestras comunidades urbanas y rurales en la Costa, los Andes y la Amazonía, tenemos que desaprender viejas visiones y malos hábitos; y aprender a tener nuevas visiones y hábitos buenos. Entre los principales problemas se encuentra el tema del agua, porque es vida; el tema del internet, porque es conocimiento y trabajo; el tema de planificar ciudad, porque es el cobijo de la familia y la gran casa de los ciudadanos.
En el caso de Lima Metropolitana, acerca del agua, no podemos permanecer indolentes, ya que el 70 % de nuestra ciudad es informal. Es decir, carentes de planificación urbana, porque esa tarea clave se la hemos dejado a los traficantes de tierra, que han hecho de una necesidad un negociado que afecta a los más débiles de la economía nacional. Ello trae baja autoestima, violencia familiar (por el hacinamiento), viviendas sin servicios de agua potable, sin desagüe y con pisos de tierra.
Ello debemos cambiarlo haciendo planificación de nuestras ciudades, donde se integre el sector público, en todos sus niveles, y el sector privado, a fin de, masivamente, atender el tema del hábitat y, dentro de ello, las viviendas dignas. Allí se deberá integrar Sedapal con los proyectos y obras de agua, saneamiento y las municipalidades distritales y la metropolitana, con la aprobación eficiente de los Planes de Desarrollo Urbano y los Reajustes Integrales de Zonificación.
En el tema del conocimiento y el trabajo, se debe de ampliar la cobertura de internet, a fin de lograr que en las áreas periféricas y de expansión de la ciudad metropolitana llegue la educación a distancia y el trabajo en casa. Con ello lograremos ir descongestionando el transporte público masivo, que atrofia las vías panamericanas norte, sur y la carretera central, en razón a que el mundo digital evita el traslado, el mismo que implica un orden de cuatro horas de tiempo inocuo. Ese tiempo lo podemos utilizar en educarnos, trabajar o recrearnos.
En esta nueva era, los factores del manejo del agua, del internet y de la energía deben marcar la ruta de nuestra ciudad, dividida ahora en dos Lima: el 30 % de Lima formal y sostenible y el 70 % de la Lima informal y vulnerable. El trabajo es lograr unir en una sola ciudad de Lima humanizada, dejando los malos hábitos del derroche, por el hábito del ahorro; el mal hábito de querer cambiar los problemas actuales con los conocimientos del pasado. Es el conocimiento, el talento y los valores lo que nos permiten transformar nuestro desarrollo urbano para lograr el desarrollo humano.