Desde que empezó la cuarentena en nuestro país, toda la actividad económica también entró inevitablemente en contracción. Todo proyecto de cualquier naturaleza, si ya estaba encaminado, debía terminarse ya mismo y, si recién empezaba, debía de ser reestructurado o, en todo caso, recortado. Pero lo más difícil fue aceptar que otros simplemente se pararon y, con el correr de los días, uno recibía la noticia de que el trabajo había sido suspendido sin fecha segura de retomarlo.