Interesante estudio en Brasil revela contaminación ambiental causada por el tabaco.

Además de los daños causados por el tabaco al organismo humano, las colillas de cigarrillo desechadas en las calles también contaminan el medioambiente, concluyó un estudio en América Latina.

Las colillas de cigarrillo son el residuo más desechado de todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se acumulan cerca de 766,6 millones de kilos de esta basura tóxica.

La contaminación por colillas de cigarros es una de las más graves en el mundo, por lo que las tabacaleras deben hacerse responsables, señaló la investigación realizada en Brasil por universidades de Alemania, Brasil, Irán, Reino Unido y Perú.

Los muestreos realizados entre agosto y noviembre de 2021 en un área de 39,155 m2 encontraron 9511 colillas de cigarro: 8611 en la ciudad de Santos (0.25 colillas/m2) y 900 en la ciudad de Niteroi (0.08 colillas/m2). 

Estos datos son relevantes porque la población de Santos (443,565 habitantes) es más pequeña que la de Niteroi (515,317 habitantes); sin embargo, tenía una contaminación por colillas de cigarro más de tres veces mayor.

Con estos valores, los investigadores concluyeron que Santos tiene una contaminación severa (17.60), mientras que Niteroi una contaminación significativa (6.67). 

El índice de contaminación se clasifica en: muy baja (1≥), baja (1.1-2.5), leve (2.6-5), significativa (5.1-7.5), alta (7.6-10) o severa (10 <), según Torkashvand (2021).

Los investigadores recomendaron que instituciones no financiadas por el tabaco realicen estudios continuos de monitoreo de las colillas de cigarro para ayudar a las autoridades locales y nacionales a responsabilizar a las compañías tabacaleras por esta contaminación.

El estudio fue realizado por la Universidad San Ignacio de Loyola (Perú), Universidad Federal de Sao Paulo, Universidad Federal Fluminense, Universidad Do Estado Do Rio de Janeiro, Universidad de Ciencias Médicas de Bushehr (Irán), Universidad de Duisburg-Essen (Alemania), Universidad Anglia Ruskin (Reino Unido) y el Instituto Nacional de Cáncer de Brasil.