¿Cuántas veces hemos encendido el auto solo para ir a comprar pan a dos cuadras de nuestra vivienda? ¿Cuántas veces hemos pedido un taxi para no llegar tarde al trabajo, a una entrevista o a una cita importante?

Este par de preguntas podrían abrir una reflexión para tomar consciencia que los motivos para utilizar un vehículo particular o un taxi son, muchas veces, innecesarios y otras, irresponsabilidades propias. Si bien el trasporte público en el Perú aún es insuficiente para atender la demanda de una mega metrópolis, como Lima, con sus más de 10 millones de habitantes, existen medios alternativos de transporte como las bicicletas, los scooters o caminar, incluso, si vivimos cerca del lugar al que debemos acudir.

Pero ¿cuál es el inconveniente de utilizar un vehículo particular? Si bien como seres sociables tenemos una sensación de independencia y estatus cuando somos capaces de adquirir un auto o pagar por un servicio de taxi, ¿qué consecuencias tiene este comportamiento humano para el ambiente?

Lo más resaltante es el impacto generado por nuestros vehículos de transporte que funcionan con gasolina, en cuanto a la contaminación que varía según sus características. Por ejemplo, por cada 10 kilómetros de recorrido (ida y vuelta), una camioneta 4 x 4 emite nueve kilogramos de CO2; y en un auto sedán, en el mismo recorrido, alcanza a emitir seis kilogramos CO2.

Si tomamos en cuenta que, en el Perú, el 16 % de los hogares posee, al menos, un auto, y siendo un país con 7.7 millones de hogares, podríamos contabilizar emisiones de 7.3 mil toneladas de CO2 cada 20 kilómetros, gas que integra la lista de los causantes del efecto invernadero.

Ahora, no todo es malo. La buena noticia es que en el Perú también el 23 % de los hogares posee, al menos, una bicicleta. Es decir, existe un mercado interesante para los inversionistas que buscan alinearse a los negocios verdes y sostenibles. Por otro lado, hay una demanda importante de parte de los ciudadanos hacia las autoridades para generar mejores condiciones que fomenten el uso de algún transporte alternativo no contaminante.

Si miramos a otros países o ciudades, cuyo uso de autos a gasolina no es el principal medio de transporte, podemos decir que existe la posibilidad de recrear estos sistemas. Su clave de éxito e implementación son los impuestos selectivos, los incentivos que genera el Estado para la utilización de vehículos no contaminantes y las campañas de concientización que realizan para modificar las conductas de los usuarios hacia la sostenibilidad. Un ejemplo claro de la posibilidad de reemplazar vehículos que operen con gasolina es la ciudad de Ámsterdam, donde el 87 % de sus habitantes utiliza las bicicletas como transporte. De hecho, en Holanda se han implementado políticas que logren, al 2030, colocarlo como el primer país de Europa “cero emisiones”. Asimismo, otros cuatro países europeos también se han puesto la meta de contribuir con la política cero emisiones para el 2040: Irlanda, España, Francia y Gran Bretaña.

Entonces, es necesario contribuir con iniciativas como “Un día sin auto” para lograr los niveles de concientización que se necesitan para generar algún cambio en el comportamiento de los ciudadanos. Pero ello no es todo: si queremos resultados sostenibles y de largo plazo, el Estado debe intervenir en la generación de políticas públicas que incentiven el uso de transportes alternativos y aumentar la oferta de transporte público, mejorando las condiciones para todos los usuarios.

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Fuentes de investigación:

Escrito por:

Yulissa Maruschka Navarro Castillo
Docente de la Facultad de Ciencias Empresariales de USIL. Ingeniera en Gestión Empresarial por la Universidad Nacional Agraria La Molina en Perú.