En ningún lugar del mundo el poder económico debe acumularse de tal forma que cierre el mercado.
Por Christopher Gohl, Nils Goldschmidt, Ulrich Hemel y Jeffrey Sachs
La paz social está cada vez bajo más presión. La manera cómo enfrentamos el cambio climático, la digitalización y la migración; si generamos y distribuimos bienestar sosteniblemente, se convierten en cuestiones decisivas para la coexistencia próspera y pacífica. Por lo tanto, es tiempo de centrarse en la economía social de mercado como el orden que en el Siglo XXI pueda garantizar la paz social ―no solo en Alemania y por encima de las divisiones partidistas; sino en todo el mundo. Y la razón es que contribuye mejor que otros órdenes a que la gente viva bien.
En el largo plazo, la paz social solo puede existir si la mayoría de la gente percibe que la situación económica es fundamentalmente justa y ecologicamente sostenible en el futuro. La economía social de mercado prepara el terreno para ello, Porque está diseñada de origen, para la reconciliación entre el capital y el trabajo, la ciudad y el campo, los ricos y los pobres, los jóvenes y los ancianos, el crecimiento y el medio ambiente. No sirve a los intereses y los privilegios de individuos; sino brinda a todas las personas la oportunidad de desenvolverse. Armoniza la libertad empresarial, las condiciones estables, la cohesión social y la sostenibilidad ecológica. Así, en la medida en que da lugar a la prosperidad, la innovación y el progreso, crea la base económica para que la gente pueda realizar su potencial a través de una buena educación y reciba apoyo en situaciones de vulnerabilidad, como cuando enferma, pierde capacidades permanentemente o queda desempleada .
Sus pilares incluyen una concepción liberal del estado, una política social guiada por las oportunidades, la colaboración social entre sindicatos y empleadores y la democracia como forma de vida. En este punto importa alcanzar equilibrios en la comunidad entre la responsabilidad personal y los límites de la acción solidaria; entre la evolución de las libertades y la expedición de reglas del juego justas y confiables. Básicamente, ni el tutelaje ni el desenfreno pueden ser caminos correctos. La economía social de mercado no es solamente un modelo de ordenamiento (organización) alemán; ciertamente, tampoco debe equipararse con una política de austeridad a ultranza. Hace mucho tiempo que llegó a Europa. Ya en 2009 con el Artículo 3 del Tratado de Lisboa, los estados miembros de la Unión Europea se comprometieron a construir una “economía social de mercado competitiva”; con objetivos sociales y ecológicos. Más allá de Europa, también debemos buscar formas de trasferir y desarrollar sus principios considerando las experiencias históricas, las tradiciones culturales y las prácticas económicas de los diferentes países.
En ningún lugar del mundo el poder económico debe acumularse de tal forma que cierre el mercado, someta a la política y dicte condiciones laborales para los empleados. En ningún lugar del mundo debe ser posible que los pobres sufran ni que la naturaleza resulte arruinada por intereses privados. Más bien, debemos garantizar una participación justa y sostenible en la prosperidad y el desarrollo, a fin de lograr un progreso verdaderamente inclusivo a través de innovaciones responsables.
Se necesita un equilibrio entre el perfeccionamiento de la libertad y las reglas justas del juego, especialmente en los campos de la digitalización y de los mercados financieros, que han estado cada vez más desconectados de la economía real desde hace algún tiempo. La economía social de mercado, como orden humano y humanizado, puede proteger contra la consumación de la comercialización digital, así como contra el estado vigilante, ayudado por la digitalización. Todas las personas deben mantener su soberanía digital, a través del sistema jurídico, la infraestructura digital suficiente y la educación. También establece el marco para una economía financiera al servicio de la paz social. Quien está comprometido con la economía social de mercado también debe hacerse la pregunta sobre la actitud correcta a adoptar con respecto a las desigualdades en la riqueza y el ingreso, sin ataduras ideológicas. Un exceso de desigualdad social genera tensión social.
La economía social de mercado no es simplemente un orden económico; desde siempre y sobre todo ha sido un orden moral de libertad y solidaridad responsables. De manera que también es en todo momento un proyecto cultural. Lleva en si misma el ethos democrático del diálogo, el compromiso, la moderación, la tolerancia y el respeto por las diferentes formas de pensar. A los objetivos que deben perseguirse en el siglo XXI para una buena convivencia, pertenecen los derechos humanos y los derechos de las minorías; la lucha contra el racismo y la degradación de otras personas, y la sostenibilidad ambiental. El manifiesto para un espíritu económico global presentado en las Naciones Unidas hace diez años enumera valores éticos y religiosos aceptados en todo el mundo, que también sirven como base de una economía social de mercado europea y global: los principios de la humanidad y la regla de oro, la no violencia y el respeto por la vida, la justicia y la solidaridad, la autenticidad y la tolerancia, el respeto mutuo y la colaboración. En este punto encajan los 17 Objetivos de Sostenibilidad adoptados por los 193 países de las Naciones Unidas, entre otros: la educación de calidad, la lucha contra la pobreza, la justicia de género, el trabajo justo e instituciones estables que promuevan la paz. Siempre que logremos redirigir la libertad económica hacia la responsabilidad, pavimentaremos el camino de las innovaciones y del proceso de aprendizaje, que tan urgentemente necesitamos hoy y mañana para la paz social y el desarrollo sostenible.
Publicado originalmente en alemán en el periódico FRANKFURTER ALLGEMEINE, el 23/12/2019, como "Soziale Marktwirtschaft als internationales Friedensprojekt". Traducido por el Dr. Alberto Equihua.