Existen eventos del ayer que determinan la situación actual, y más aún en el ámbito de la diplomacia, que siempre se caracterizó por la habilidad de fomentar las relaciones entre los diferentes Estados y otros actores internacionales en un mundo globalizado. En ese sentido, la geopolítica adquiere importancia para entender, explicar y analizar cómo se vienen desarrollando los comportamientos políticos en el escenario internacional, teniendo en consideración las diversas variables geográficas.
En ese contexto, el origen del distanciamiento diplomático entre Estados Unidos y Venezuela empezó con el gobierno de Hugo Chávez debido a sus divergencias estratégicas, tácticas y verbales, su visión y criterio sobre política internacional que se traducía en posiciones antiestadounidenses, así como la ayuda a Cuba y las sonrisas a Rusia, China e Irán; el giro en sus fuentes de armamento militar hacia países de Europa y Asia; y las relaciones de intercambio principalmente de petróleo y derivados con la empresa petrolera venezolana (PDVSA) y otras empresas que suministraban y que hacía muy complicado rescindir los contratos de suministro.
Las relaciones se rompieron en el 2019 ya que Washington desconoció la reelección de Nicolás Maduro en el 2018 al considerarla fraudulenta, promoviendo la presión internacional por el autoritarismo del gobierno venezolano y la represión contra la oposición. La Unión Europea y otros países se sumaron para aplicar sanciones no solo contra el gobierno venezolano, sino contra la minería, la banca, el petróleo, entre otros.
Esto trajo como consecuencia una severa crisis económica y política, que empezó en el 2010, marcada por la hiperinflación, la falta de seguridad y la delincuencia (crimen organizado), además de ausencia de transparencia que se expresa en la corrupción y en el éxodo de más de 7.1 millones de venezolanos, lo que representa una de las mayores crisis migratorias del mundo. Este aislamiento internacional (que no fue aceptado por algunos de sus aliados como Rusia o Irán) genera que Venezuela esté impedido de vender su petróleo y acceder al crédito internacional, por lo que el hambre y la pobreza se ha incrementado en el país llanero, afectando a más de 9.3 millones de personas (un tercio de la población), que sufren de inseguridad alimentaria grave.
Sin embargo, todo esto puede cambiar por las negociaciones entre el gobierno y la oposición, el Ejecutivo y la plataforma unitaria que suscribieron un acuerdo de garantías en Barbados para las elecciones presidenciales en el segundo semestre de 2024, aunque María Corina Machado, la candidata elegida por la oposición en las elecciones primarias para enfrentar a Maduro, se encuentra inhabilitada para ejercer cargos públicos. En este contexto, la participación de la observación internacional puede ser una garantía.
Estas negociaciones permitieron que se inicie un proceso de descongelamiento entre Venezuela y los países que impusieron sanciones, pero si el régimen no permitiera la candidatura de Machado se volvería a los conflictos en las calles, además que se endurecerían las sanciones. Además, las negociaciones, que contaron con la anuencia de Estados Unidos, podrían dar la opción de levantar las sanciones petroleras, de gas y oro de Venezuela, siempre y cuando se cumpla con ciertos requisitos democráticos.
Es importante destacar que, en lo político, el gobierno de Maduro no tiene ninguna intención de negociación real, y este presidente prefiere seguir manteniéndose en el poder antes que conceder espacios a la oposición, aun cuando la economía siga deteriorándose y la crisis social se profundice. A pesar de ello, Maduro sigue pregonando que desea pasar la página y reconstruir una relación de respeto, y se espera que sus actitudes no lo lleven a dirección equivocada.
Todos estos escenarios ayudarán a que Venezuela pueda salir de su aislamiento. El contexto geopolítico internacional actual presenta dos conflictos armados con peligrosas repercusiones a nivel mundial, como son la guerra de Rusia y Ucrania y la de Israel contra Gaza. Casi a finales de febrero del 2022, Rusia decidió invadir Ucrania, iniciándose una guerra que ya se dura casi dos años.
La respuesta de occidente fue de apoyo militar a Ucrania mientras que, en paralelo, imponía sanciones económicas a Rusia, que es uno de los más importantes productores de petróleo y gas (al 2021 tenía la sexta mayor reserva de hidrocarburo del mundo). Desde el inicio de este conflicto, la compra de estos productos a Rusia disminuyó drásticamente, acudiendo Estados Unidos a sus propias reservas o a otros productores.
En la actualidad el conflicto Israelí–Palestino ha desempolvado y destrozado el corazón del medio oriente, al reavivar rencillas históricas y desconfianza en el mundo musulmán, y ya se vienen escuchando tambores de guerra y el temor de que se extienda la escala bélica, involucrando en el conflicto armado a la República Islámica de Irán, lo que vendría a generar más sanciones al cuarto país en reservas mundiales y más reducción del petróleo utilizable, y si a esto se le agrega el pedido de embargo de Irán contra Israel después de la explosión en un hospital de Gaza y que murieron cientos de personas, crecería el riesgo de más hostilidades en Oriente medio y traería como consecuencia la disminución de la producción del petróleo de la OPEP.
Esto podría afectar el suministro de petróleo en el mundo provocando el alza de precios. Aquí es donde surge la mirada hacia el país vecino de Venezuela, que siempre ha estado ligado al tema del petróleo por tener al 2023 las mayores reservas probadas del mundo con más de 303,000 millones de barriles, muy superior a Arabia saudí, que es el mayor exportador del mundo ya que cuenta con 262,000 millones de barriles de reservas; Irán cuenta con 208,000 millones de barriles, y Canadá con unos 160,000. Como se aprecia, todo apunta a que Venezuela volvería a ocupar una posición privilegiada por el oro negro que ostenta.
Sin embargo, es de resaltar que en la actualidad el país que más vende petróleo a Estados unidos (que es uno de los principales productores de petróleo a nivel mundial) es Canadá, con algo más de 4 millones de barriles diarios, entonces surge la pregunta, de por qué Estados Unidos importa petróleo. La respuesta es que simplemente estamos en una economía de mercado y compran el crudo cuando los precios son baratos y así mantienen sus reservas propia intactas.
Ahora bien, Si Rusia e Irán disminuyen su producción, el petróleo venezolano es ineludible, por lo que una vez más el pragmatismo en las relaciones internacionales muestra cómo Estados Unidos ya anunció que levantaría temporalmente las sanciones al oro, petróleo y gas solo por 6 meses, siempre que sigan las negociaciones con la oposición o se volvería a las anteriores sanciones. Son 6 meses que favorecerían a ambos lados del tablero.
De un lado, Venezuela tendría un respiro en su alicaída economía hiperinflacionaria con el ingreso de nuevos dólares; y, de otro lado, Estados Unidos y sus aliados, como la Unión Europea, permitiría ingresar más petróleo y se podría estabilizar el abastecimiento y la oferta del crudo en el mercado internacional.
Los factores externos siempre han favorecido a Venezuela y pareciera que la primavera llegó, y este país podría ser el gran beneficiado de la crisis en Ucrania y en Gaza. Después del levantamiento temporal de las sanciones el 2023, las exportaciones petroleras de Venezuela a Estados Unidos y sus aliados aumentaron, según Chevron, de 134,000 barriles por día en junio a 160,000 barriles por día en octubre. La italiana Eni Eni Mi recibió y exporto unos 60,000 barriles por día de petróleo venezolano para refinar en las plantas españolas de Repsol.
En medio oriente sigue creciendo la tensión. Los gobiernos de Occidente y Oriente Medio temen que se provoque un conflicto regional más extenso por las incursiones militares israelíes en Gaza, quienes se preparan para la siguiente fase con la invasión por tierra, mar y aire y más bombardeos y misiles a la densamente poblada franja de gaza (con una superficie de 365 kilómetros cuadrados, 2,26 millones de habitantes,40,6% de la población del territorio Palestino de 5,48 millones de personas).
Esta situación es catastrófica, todo esto en respuesta al ataque sorpresa de la Organización Hamás a Israel. De otra parte, sigue la incertidumbre por cómo impactarán en la economía global estos conflictos, esperando que la factura que haya que pagar no sea de un costo elevadísimo que afectaría el desarrollo y bienestar de los países principalmente en desarrollo, que son dependientes de la importación de petróleo.
Se espera que desde las relaciones internacionales y la geopolítica, la actividad petrolera no siga siendo un terreno de experimentación bélica o de hipocresía diplomática en la evolución del sistema internacional. Las guerras, como concepto amplio, casi siempre han estado relacionadas con la historia de la humanidad y con los desastres o catástrofes, y muchos autores coinciden en comentar que la guerra es la continuación de la política por otros medios.
La guerra no es solo un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas que incluye el uso de armas y tecnología moderna para alcanzar sus propósitos con consecuencias que causan mucho sufrimiento humano, afectando la salud mental de la población y sobrepasando su capacidad para atender a los desplazados y heridos, como viene sucediendo en este conflicto en medio oriente.
La comunidad internacional estará preparada para lo que pueda suceder: Los precios del petróleo podrían dispararse y, a la vez, puede explotar el recrudecimiento del conflicto y extenderse a nivel regional. Del mismo modo, la guerra declarada por Israel contra Hamas después del ataque de este grupo fundamentalista realizado el pasado 7 de octubre puede alcanzar otro nivel, siendo importante que el Consejo de Seguridad de la ONU no continúe bloqueando una posible solución.
Asimismo, es importante evitar el lenguaje de independencia o desastre, seguridad o segregación, cuidando el vocabulario para que los bandos en conflicto en el lugar más disputado del mundo puedan recuperar el proceso de paz que beneficiaría a todos.
Se puede decir, entonces, que la paz está al borde de la muerte ante este capítulo de infarto; hay incertidumbre, temor y a la vez esperanza, a falta de un liderazgo mundial, cuidar la paz es responsabilidad de todos en esta nueva reconfiguración del orden internacional.