¿Puede la migración salvar o colapsar países? Descubre los desafíos globales y el futuro de los movimientos humanos. Por: Alejandro Riveros Nalvarte.

Familia migrando

Por: Alejandro Riveros Nalvarte, docente de Relaciones Internacionales 

La migración es un proceso inherente al ser humano y lo ha acompañado desde su aparición en este planeta. ¿Habrá migración interplanetaria en el futuro? ¿Quién sabe? No viviremos para verlo, pero ese hipotético caso se podría convertir en realidad si la degradación medioambiental de nuestro planeta continúa inalterable y si se logran concretar viajes interplanetarios masivos. 

Dado que es un fenómeno inseparable a nuestra condición de seres humanos, tenemos que aprender a convivir con la migración y adaptarnos a ella, sin problemas o enfrentamientos entre las personas, sino, por el contrario, que sea un proceso ordenado, seguro y legal que beneficie a todos los países. 

Obstáculos actuales y desafíos globales 

No obstante, como en otros eventos en la historia, todavía tendremos que atravesar períodos de turbulencia antes de poderlo enfrentar adecuadamente, por las circunstancias por las que atraviesa nuestro planeta —guerras, grandes desigualdades socioeconómicas, enfrentamientos ideológicos y religiosos, etc., y, sobre todo, el calentamiento global—, por lo que se ve lejana una solución y se va a requerir del mayor esfuerzo de todos los actores globales involucrados en él para tratar de manejarlo desde una óptica más objetiva y racional. 

Modelos a seguir en política migratoria 

Para ello, se debería analizar de qué manera se puede seguir e implementar los buenos ejemplos que existen en el mundo, tales como los casos de Canadá, Australia y Nueva Zelanda —aunque cada uno con sus propios desafíos y retos—, que, requiriendo inmigrantes, los reciben cada año bajo estrictos sistemas de selección basados en las necesidades económicas de sus propios mercados para determinadas profesiones u oficios, una reestructuración de sus sistemas de acogida a los refugiados y el procesamiento de la migración de acuerdo con las necesidades de cada una de sus provincias, estados o regiones. 

¿Qué pasa cuando las causas desaparecen? 

Al mismo tiempo, se debe analizar también qué pasa cuando las causas que originan la migración masiva de un país desaparecen o mejoran las condiciones que la gatillaron. Tomemos el caso de El Salvador, que desde el fin de la guerra civil en 1992, vivió una situación de extrema violencia que obligó a que miles de sus ciudadanos emigraran a los EE. UU. buscando seguridad y mejores condiciones de vida. ¿Qué va a pasar ahora que el presidente Nayib Bukele ha logrado disminuir radicalmente esa violencia? ¿Los salvadoreños regresarán a su país? 

Igual pregunta se puede plantear respecto a Siria y Venezuela, entre otros países con problemas similares. Cuando los regímenes que han disparado la migración de sus poblaciones a niveles gigantescos desaparezcan, ¿los sirios y venezolanos regresarán a estos países? Ahora que el régimen de Bashar al-Ásad cayó y él tuvo que refugiarse en Moscú, aunque aún no masivamente, muchos ciudadanos sirios están retornando para tratar de reconstruir sus vidas. 

¿Cuál es el límite de lo posible? 

Estas y muchas otras preguntas similares quedan sin respuesta por ahora. Solo la evolución de los acontecimientos y el discurrir de la actividad humana —sujeta siempre a imponderables como las guerras o las crisis económicas o políticas— nos podrá dar una respuesta más o menos acertada. De otra manera, solo se pueden hacer especulaciones o pronósticos que no siempre se van a cumplir. 

El rol del Pacto Mundial sobre Migración 

En todo caso, la gran recomendación es que sigan los ejemplos de los países mencionados más arriba, adaptándolos a las realidades de cada país en específico, y tratar de implementar el acuerdo logrado por las Naciones Unidas: El Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular (A/RES/73/195), aprobado en Marruecos el 10 de diciembre de 2018. Dicho pacto fue acogido como un marco importante para mejorar la gobernanza migratoria, que pone a los migrantes y sus derechos humanos en el centro, y que ofrece una oportunidad valiosa para reforzar la protección de los derechos humanos de todos los migrantes, independientemente de su estatus. 

Realidades desiguales, preguntas urgentes 

No obstante, hay que admitir que ello no resulta un proceso sencillo para todos los países por igual, pues no todos tienen los suficientes medios económicos, la infraestructura de salud, de transporte, etc., ni las leyes y normas que permitan que se sigan y se implementen fácilmente estas recomendaciones. Y, peor aún, muchos de estos países no están preparados para recibir una migración masiva y sin filtro que puede desbordar sus capacidades materiales. De ahí surge la pregunta clave que muchos se hacen: ¿Cuánta gente puede recibir un país vis-à-vis los números de su propia población? 

Envejecimiento demográfico y fuga de cerebros 

Hay que agregar además dos hechos sustanciales a esta ecuación. Muchos países desarrollados están perdiendo población rápidamente, como Japón, Corea o algunos países europeos. Una de las maneras más efectivas de contrarrestar esa situación es la inmigración, pero hay que ver qué tan dispuestos están sus ciudadanos a recibirla. 

El otro hecho es la fuga de cerebros, pues los países desarrollados reciben personas altamente calificadas en las cuales no invirtieron en educar. Son personas que podrían aportar muchísimo a sus propios países, pero lo dejan de hacer para vivir en otros países más avanzados. ¿Es justo eso? 

Reflexión final 

Esta es una pregunta difícil de responder, y su respuesta dependerá ampliamente de las muchas situaciones y condiciones planteadas a lo largo de este trabajo para cada país en particular. Pero dependerá, finalmente, de decisiones políticas basadas en contextos reales, que respondan a lo que cada país y su población requieren, y estén dispuestos a aceptar y convivir con ellas.

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