Por David Quilla, Alumno de la Facultad de Educación de USIL. Estudia el sexto ciclo de la carrera de Educación Primaria Intercultural Bilingüe.
Prepararse para nuevas situaciones o problemas implica tomar diferentes actitudes y maneras de comunicar o enseñar, más aún cuando estás camino a ser maestro. Las medidas sanitarias frente a la pandemia que vivimos nos han forzado a trasladar la relación profesor - alumno hacia una pantalla digital, convirtiéndose esta en una oportunidad de mejora continua en los roles, las relaciones y los aprendizajes. Ante la adaptación a las clases remotas se ha rescatado notablemente el liderazgo del docente, la autonomía de los estudiantes y la universidad como un espacio de vínculo de las personas.
Esto nos lleva a decir que USIL, paradójicamente, estaba acorde a la aceleración de la educación digital, pues hubo una reacción rápida y acertada en las síncronas de las clases. Sin embargo, algunos docentes y estudiantes posiblemente no estábamos acorde a ello, ya que costó adecuarse al nuevo lugar de trabajo y de clases: los espacios del hogar ahora se han convertido en aulas, llevándonos a comprender el sentido de qué significa la casa y qué la universidad. En efecto, nos damos cuenta de que la universidad es un espacio para generar vínculos de afecto entre las personas, muy al margen de lo académico; y que el hogar no equivale a lo mismo, por muy acompañados que estemos de la familia.
Hoy, al ingresar a las reuniones vía Zoom, siempre oímos “¿Cómo han estado?”, pregunta que puede ser sorprendente y gratificante ante el confinamiento, precisamente porque el nuevo rol del docente es de mentor, una guía que en la presencialidad no se había notado de esa manera. Si bien ellos vienen rediseñando las clases online, los recursos digitales y sus necesidades de uso, que no se tomaban tanto en cuenta en las prácticas pedagógicas y magistrales, no dejan de lado la relación y su papel con el estudiante construyendo el aprendizaje en comunidad. Ello viene contribuyendo a que, por ejemplo, tanto los profesores como los alumnos, no terminen agotados porque no reciben la energía de otras personas, como solía ser en la modalidad presencial.
La educación como la innovación aún estaban aisladas del mundo, pero con el nuevo ajuste han recuperado su valor creando un aula más global, una formación sin fronteras. No cabe duda de que el alumno tenga sobrecarga de tareas en el hogar, pero la revolución de la educación virtual ha puesto en el tapete de manera acelerada la autonomía de los estudiantes convirtiéndose en un paradigma. Esto implica afrontamiento y cambio radical en la gestión del tiempo y el diseño de nuevas estrategias de aprendizaje, de manera que contribuyan al desarrollo de las competencias para la solución de problemas, el empoderamiento del pensamiento crítico y la creatividad, así como el aumento de la inteligencia emocional y artificial en un medio hiperconectado.
Sin duda, la coyuntura apertura a las clases digitales exigiendo la reconstrucción de la práctica docente con estrategias sostenibles y la continua capacitación en las TIC. Además, facilita a los estudiantes la toma de decisiones en la reorganización de su rol y, sobre todo, de sus horarios habituales para apropiarse de la autonomía del aprendizaje. Por tanto, la educación virtual en el contexto de la COVID-19 es un hito histórico para el desarrollo de las personas, quienes tendremos que cerrar diversas brechas existentes con los aprendizajes que venimos logrando, porque para enfrentar los desafíos del desarrollo que nuestro país necesita importa cada individuo.
Así, al conmemorar el Día del Maestro, uno debe sentir orgullo por sus docentes, quienes aportan mucho no solo en el aprendizaje, sino también en la formación de personas solidarias, capaces de convivir en armonía y dispuestos a brindar ayuda mutua. Ser maestro es hacer el futuro de un individuo, con creatividad, para el bien de la sociedad en medio de las adversidades.