La investigación muestra que los síntomas de la depresión y la ansiedad permanecieron un año después del alta hospitalaria
Un reciente estudio realizado por la Universidad San Ignacio de Loyola y otros centros educativos concluyó que, a un año del alta hospitalaria por COVID-19, pacientes de la primera y segunda ola en Perú mostraron una alta frecuencia de baja calidad de vida relacionada con la salud (CVRS), lo que se traduce en síntomas de depresión y ansiedad.
Este estudio, realizado en el Hospital Nacional Guillermo Almenara Irigoyen, es uno de los primeros informes de seguimiento de un año a pacientes que sobrevivieron a la COVID-19 en un país latinoamericano de medianos y bajos ingresos.
Se observó una muestra de 119 pacientes hospitalizados por COVID-19, a los cuales se les realizó un seguimiento de 362,6 días, entre los 3 y 12 meses posteriores al alta. Un año después del alta de hospitalización por COVID-19, los pacientes tenían una CVRS baja y sus síntomas de depresión aumentaron.
Una historia de trastornos psiquiátricos se asoció con una mayor probabilidad de tener una baja calidad de vida relacionada a la salud. Los pacientes con diagnósticos psiquiátricos tenían un deterioro en su CVRS. Entonces, además de su enfermedad mental, estos pacientes tuvieron que pagar los efectos de las secuelas de salud de COVID-19 y eventos traumáticos durante la hospitalización.
También fue más probable que los pacientes con síntomas persistentes de COVID-19 experimentaran una CVRS baja, tal como se observa en pacientes de Italia, Alemania y los Estados Unidos.
Por otro lado, los pacientes con un familiar fallecido por COVID-19 durante la primera ola fueron más propensos a tener una baja calidad de vida relacionada a la salud. Los familiares directos por lo general sufren un deterioro de su propia CVRS y desarrollan preocupación, frustración, tristeza y trastornos del sueño.
Estudios observacionales reportaron que alrededor del 80 % de estos pacientes tenían alguna manifestación clínica que persistía varios meses después del alta o recuperación de la infección.
Los investigadores, psiquiatras con experiencia clínica y en investigación, convocaron a los participantes para recopilar sus datos. Esta ayuda incluyó una consulta psiquiátrica y la opción de que el participante continúe con las terapias durante las siguientes semanas.
Los síntomas de depresión clínicamente relevantes fueron prevalentes, mostrando un aumento de los 3 a 12 meses. Estos hallazgos revelan la necesidad de proporcionar servicios que aborden adecuadamente las secuelas de salud mental y la calidad de vida relacionada a la salud, con el objetivo de reducir la carga de la enfermedad por COVID-19.