El proyecto Eco-Carbon San Martín, desarrollado por la USIL, propone reemplazar el carbón vegetal por biochar generado a partir de residuos agrícolas.
Un equipo de la Universidad San Ignacio de Loyola (USIL) se ubicó entre los finalistas del hackatón Innovating for a Carbon Neutral Future, organizado por LACNet, con una propuesta que aplica tecnología blockchain para hacer más eficiente el mercado de carbono en América Latina.
El grupo, denominado, Carbon Nexus Team, presentó el proyecto “Eco-Carbon San Martín”, una iniciativa que transforma los residuos agrícolas en créditos de carbono digitales. El desarrollo contó con el soporte técnico y metodológico del Finance, Coding & AI Lab (FIC Lab) de la USIL.
La propuesta busca crear una plataforma de tokenización de emisiones de carbono que garantice la interoperabilidad internacional y el cumplimiento de las normas ambientales, integrando innovación tecnológica con impacto social en comunidades agrícolas.
El equipo estuvo liderado por Daniel Diez Canseco Terry, vicepresidente de Emprendimiento de la Corporación Educativa San Ignacio de Loyola, junto a Juan Antonio Lillo, jefe del FIC Lab USIL.
También participaron Ugnius Jakubelskas, especialista en economía circular y estándares ambientales de la Vilnius Gediminas Technical University de Lituania; y Claudio Morgan, arquitecto blockchain y experto en integración multi-chain.
“En el Perú se consumen más de dos millones de toneladas de carbón al año, lo que supone la tala de más de doscientas mil hectáreas de bosque, ya que para producir una tonelada de carbón se requieren alrededor de seis toneladas de madera”, explicó Diez Canseco.
“Nuestro proyecto demuestra que es posible reemplazar esa práctica por una alternativa sostenible que mejora los ingresos de los agricultores y captura carbono en lugar de emitirlo”, añadió.
El hackatón, impulsado por LACNet con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Foro Económico Mundial (WEF), reunió a equipos de toda la región con el objetivo de crear soluciones tecnológicas frente al cambio climático y los desafíos de los mercados de carbono fragmentados.
El problema se agrava por los elevados costos de verificación —que pueden superar los 50,000 dólares— y dejan fuera a los pequeños productores agrícolas. En ese contexto, la propuesta de la USIL busca cerrar esa brecha mediante herramientas digitales de trazabilidad y validación automática.
La competencia se desarrolló entre julio y octubre, combinando etapas de formación, mentoría y evaluación técnica. Los finalistas fueron seleccionados por su innovación, escalabilidad, viabilidad de mercado y capacidad para impulsar la cooperación internacional en sostenibilidad.
Innovación con impacto en el campo
El proyecto “Eco Carbón San Martín” propone convertir unas 200,000 toneladas de cáscaras de cacao en biochar, un material que captura carbono y mejora los suelos. Este proceso se valida digitalmente y se traduce en tokens registrados en la blockchain de LACNet.
“Este proyecto demuestra cómo la tecnología financiera puede transformar residuos agrícolas en activos sostenibles, integrando blockchain, Bloomberg y trazabilidad digital para empoderar comunidades y capturar carbono con impacto real”, comentó Lillo.
El desarrollo técnico integró blockchain, inteligencia artificial y análisis financiero. Los contratos inteligentes se programaron en Solidity, siguiendo el Token Taxonomy Framework, un estándar internacional que permite adaptar los créditos a las regulaciones de Perú, Brasil y Ecuador.
El sistema también emplea simulaciones en Python para verificar procesos cuando la red no está disponible y prevé incorporar aprendizaje automático para evaluar la calidad de los créditos y predecir el cumplimiento normativo.
La dimensión financiera del proyecto se desarrolló con tecnología Bloomberg, que aportó datos de mercado para definir la “tokenómica” del modelo y garantizar la trazabilidad y el valor real de los créditos de carbono generados.
El reconocimiento obtenido por la USIL entre los finalistas consolida su compromiso con la integración de la investigación, la tecnología y el emprendimiento al servicio de la sostenibilidad.
“Más allá del resultado del concurso, el proyecto reafirma el papel de la educación superior en la creación de soluciones concretas frente al cambio climático”, concluyó Diez Canseco.