Sin duda, el ayer fue antes de la aparición de la COVID-19; y el hoy se vive y vivirá durante y después de la pandemia. Como dice la conocida expresión, “no vivimos en una época de cambio, sino vivimos en un cambio de época”. En este contexto, uno de los impactos evidenciados es que ahora las familias gastan más dinero: 41 % en alimentación, 25 % en bebidas, 19 % en cuidado personal y 37 % en limpieza del hogar. Las compras se han incrementado por e-commerce y en supermercados. Y los lanzamientos de nuevos productos, como una galleta con vitamina D que busca fortalecer el sistema inmune, son ejemplos de empresas que rápidamente realizaron I+D+i para desarrollarse, adaptadas a esta nueva realidad: cerca del 27 % compra durante la pandemia nuevas marcas, las cuales se seguirán consumiendo una vez pase la crisis.

Su importancia en los ODS
El 25 de setiembre de 2015, los líderes de las potenciales mundiales se reunieron y adoptaron 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), varios de los cuales son clave, y hoy lo evidenciamos por la pandemia. Entre ellos, la salud y el bienestar, el hambre cero (sostenibilidad alimentaria), la energía sostenible y no contaminante, el agua limpia y el saneamiento, la acción por el clima, así como la producción y el consumo responsable. Sobre estos puntos, diversos autores han analizado tendencias y desafíos, y todos coinciden en que la investigación, el desarrollo y la innovación (I+D+i) en conjunto es el motor para impulsar todos estos ODS en la nueva época. Destacan, además, la importancia la alimentación, el medioambiente, el agua, la biotecnología y los nuevos materiales, entre otros, para el desarrollo científico y tecnológico a nivel mundial.

En nuestro país, tanto la agroindustria como la industria alimentaria son sectores claves de la economía productiva, que no se han detenido durante la pandemia. Han continuado produciendo a escala industrial, aspecto positivo desde el punto de vista de las agroexportaciones, que nos posiciona como uno de los mejores a nivel mundial y que genera empleo que beneficia a muchos peruanos. Por lo tanto, nuestro país debe seguir impulsando estos sectores que suponen un gran reto investigador e innovador.

En ese sentido, las áreas de conocimiento que hacen uso de ciencias básicas como la química, la biología, la bioquímica, entre otras, son importantes para poder entender todos los sistemas biológicos e innovar en los alimentos a través de nuevas técnicas de obtención de extractos bioactivos de plantas. De ellas cuales, a través de técnicas de micro o nano encapsulación, se puedan obtener nutracéuticos o utilizar como base para la creación de desinfectantes naturales, así como envases biodegradables que contengan estos bioactivos que permitan alargar la vida útil de alimentos que fortalezcan el sistema inmunitario.

Además, son importantes los biocombustibles de primera y segunda generación, a partir de la utilización de subproductos agroindustriales como el etanol y el biogas, empleando procesos biotecnológicos como la fermentación y la tecnología enzimática. Asimismo, los envases biodegradables a partir de polímeros de fuentes naturales se obtienen de productos agroindustriales con alto contenido de almidón para la polimerización del ácido poliláctico; los ácidos orgánicos y fertilizantes, a partir de residuos agroalimentarios; y el agua tratada y funcional, a través de métodos electroquímicos de bajo costo, entre otros.

Así, son las carreras profesionales con alto contenido de I+D+i las que tienen gran importancia para hacer frente a este cambio acelerado, como la Ingeniería Agroindustrial y Agronegocios y la Ingeniería en Industrias Alimentarias. Además, son el motor de las empresas para orientarlas hacia un camino a su propia sostenibilidad y contribución a los objetivos globales (ODS).

Fuentes de investigación:

Escrito por:

Luis Olivera Montenegro
Director de la carrera de Ingeniería Agroindustrial de USIL.