Por: Gerard Giglio
La primera gran burbuja de la cual se tienen noticias se debe al exuberante precio al que llegaron los tulipanes en los Países Bajos (1636). Con una sola flor, de la variedad Semper Augustus, se podría haber comprado tanto una mansión como un barco de transporte dotado de su tripulación. La secuencia de burbujas memorables, cada una con su propia génesis, continuó en Gran Bretaña con la crisis de la Compañía de los Mares del Sur (1711) y, poco tiempo después en Francia, con la Compañía del Mississippi (1720).
La más recordada crisis, probablemente por sus efectos sobre el mundo entero, es la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, que condujo a la Gran Depresión. Más recientemente, en el 2000 ocurrió la crisis del NASDAQ con el estallido de las “punto com” y en el 2008 el colapso de la “burbuja inmobiliaria”.
En las “burbujas” se produce un aumento anormal, sustantivo y prolongado del precio de cierto activo o bien, alejándose cada vez más de su valor real o intrínseco. En la medida que los montos aplicados ejercen presión efectiva sobre el precio, esto alienta a otros a participar para no perderse la aparente oportunidad de grandes utilidades casi instantáneas y sin gran esfuerzo, ni altos riesgos (al menos eso creen).
Si existe suficiente oferta monetaria, o mejor aún un exceso de la misma, se valida y se hace viable el crecimiento explosivo del precio del activo involucrado. Esto permite un crecimiento exponencial del precio, sin aparente límite o fin en el tiempo. Nadie sabe realmente porque sube el precio, pero todos están convencidos de que subirá.
Como consecuencia de la pandemia (COVID-19), los bancos centrales de todo el planeta han inyectado enormes cantidades de liquidez al mercado. Y las tasas de referencia han permanecido durante mucho tiempo en sus mínimos históricos. El ratio precio sobre utilidades (P / E) del S&P 500 está en alrededor a 35, mostrando una ostensible sobrevaluación. Los inmuebles tienen valores superiores a los de la crisis del 2008 y la deuda corporativa se ha incrementado de forma abrumadora, es más del doble de aquella antes de la crisis del 2008.
En algún momento la burbuja es demasiado grande y explota, el precio se viene en picada y los compradores pierden su dinero. La Reserva Federal subiría la tasa de referencia hacia fines de año, para bajar las presiones inflacionarias. ¿Podrá desinflar la burbuja sin que ésta estalle o colapse?