Por: Omar Bellido Valdiviezo
Existe una relación entre las prácticas educativas centradas en las emociones (docente-estudiante) y el aprendizaje. En el proceso de enseñanza las emociones que manifiestan los docentes juegan un papel fundamental en los aprendizajes de los estudiantes, entonces se puede afirmar que los procesos de meta reflexivos sobre su propia práctica pedagógica son de vital importancia.
Las emociones que se configuran en el aula pueden ser positivas o negativas, ser intensas y frecuentes. Los estudiantes suelen emocionarse durante el estudio, se sienten orgullosos de sus logros, se sorprenden al descubrir una nueva solución frente a un problema, frecuentemente experimentan ansiedad por los exámenes; más aún si están desaprobados, se sienten avergonzados por sus resultados, o de aburrirse durante las actividades.
Además, las emociones sociales juegan un papel importante, como admiración, empatía, ira, desprecio, etc. Asimismo, los estudiantes aportan en el aula, emociones que se generan fuera de la escuela, pero puede, sin embargo, tener una fuerte carga o influencia en su aprendizaje, producida por el estrés dentro de la familia o el grupo.
Los estudios realizados por Pekrun (2014), respecto a prácticas educativas han demostrado tener una relación positiva con el aprendizaje. Las investigaciones empíricas sostienen que los estudiantes experimentan muchas emociones durante las lecciones, mientras estudian y cuando realizan pruebas y exámenes.
Por otro lado, “las emociones son fenómenos individuales de corto plazo, que incluyen un componente afectivo, cognitivo, fisiológico, motivacional y expresivo, y tienden a dominar nuestra conciencia” (Palmer, 2017, p. 3). Esto cobra sentido, cuando se tiene presente que lo individual y cultural tiene una singularidad en las emociones de los estudiantes, en razón que, diferentes estudiantes pueden experimentar diferentes emociones, incluso en la misma situación.
A menos que los docentes no realicen actividades para brindar un sentido pedagógico a lo que enseñan, y gestionen emociones positivas, estas de una manera u otra influyen en el aprendizaje que afecta la motivación, la atención, y el uso de estrategias de aprendizaje y la autorregulación del aprendizaje. El docente, también se emociona cuando percibe que sus estudiantes aprenden, ellos debieran comprender y considerar estos indicadores de emociones de sus estudiantes, y prevenir para reducir emociones dañinas. De esta manera, se reconfigura la nueva práctica pedagógica reflexiva.
Por todas estas razones, los docentes deben prestar atención a las emociones de los estudiantes, y emocionarse cuando aprenden y cuando no es así, siempre se debería reconfigurar y reflexionar su práctica pedagógica ¿Qué debo hacer para que mis estudiantes se emocionen
para aprender?
En la investigación efectuada por Hargreaves (2003) se demuestra la comprensión de las relaciones entre emoción y poder en los procesos educativos y la cultura tiene un papel muy relevante en la comprensión de la relación de estos procesos.
En conclusión, los estudiantes experimentan una gran variedad de emociones positivas y negativas, son complejas y tienen un impacto profundo en sus aprendizajes. Para la gran mayoría el disfrute del aprendizaje es beneficioso, mientras que la ansiedad, la vergüenza, el aburrimiento y similares sí afectan el aprendizaje.
Referencias
- Hargreaves, A. (Ed.). (2003). El fracaso escolar: Una perspectiva internacional. Alianza Editorial.
- Palmer, D. (2017). The action tendency for learning: Characteristics and antecedents in regular lessons. International Journal of Educational Research, 82, 99-109. https://doi.org/10.1016/j.ijer.2017.01.010
- Pekrun, R. (2014). Emotions and Learning. Unesco. http://www.ibe.unesco.org/fileadmin/user_upload/Publications/Educational_Practices/ EdPractices_24eng.pdf