Escrito por Carla Olivieri, decana de la facultad de ciencias empresariales USIL. 21-01-2016.
Todas las mañanas lucho por que mis hijos estén listos a tiempo para ir al colegio. Para lograr mi objetivo, como mamá, tengo dos opciones: la primera, darles un castigo cada vez que no estén listos; la segunda, ofrecerles un incentivo como premio si por 20 días logran estar a tiempo. Así, poco a poco van modificando su comportamiento y ser puntuales se convierte en parte de sus vidas.
Con ambas opciones puedo lograr el objetivo. Con la primera, mediante un clima negativo orientado al miedo, mientras que con la segunda, a través de uno positivo que apunta a la mejora continua. Algo similar sucede con la nueva Ley Universitaria. El objetivo de la ley es garantizar estándares mínimos de calidad y fomentar la mejora continua de la enseñanza universitaria; lo cual es más que necesario. Sin embargo, –como se dice–, hay “formas y formas” de lograrlo.
Miremos la forma adoptada por la Sunedu: Uno de los primeros reglamentos que esta superintendencia publica fue el Reglamento de Infracciones y Sanciones que establece 105 infracciones, divididas en 16 grupos y clasificadas como leves, graves y muy graves; con miras a “desincentivar infracciones y asegurar el cumplimiento de la Ley Universitaria, a fin de mejorar la calidad en las aulas”. Una señal de actitud que no promueve un clima favorable y que busca el error para sancionar a las que no cumplen los requisitos, lo cual hay que hacer, pero eso no nos lleva a que las universidades adopten una cultura positiva hacia el cumplimiento y la mejora continua.
Veamos una experiencia que viví con el Departamento de Educación (equivalente a nuestro Minedu) de la Florida en Estados Unidos. Ellos tienen también, como es lógico, un proceso de licenciamiento, evaluación y acreditación muy similar al nuestro.
Sin embargo, a cada universidad le asignan un caseworker que viene a ser una especie de sectorista que vela por el cumplimiento y mejora de todos los estándares de evaluación anual de su cartera de universidades. La gran diferencia está en que esta persona tiene un programa de incentivos salariales basado en los casos de éxito que logra. Es decir, su evaluación del desempeño está asociada al buen puntaje de las universidades que atiende y recibe también una sanción si su cartera no cumple con los objetivos.
Es un mindset, una actitud diferente para lograr el mismo objetivo. Debbie, mi caseworker, actuaba como “socia” de mi universidad, nos asesoraba para cumplir y mejorar nuestra gestión compartiendo casos de éxito y diferentes soluciones para lograr los objetivos de mejora continua.
Y, en las asambleas anuales que congregaban a las universidades para anunciar las renovaciones o cierres de licencias, las dos celebrábamos juntas nuestros logros ya que éramos claramente un equipo que compartía un mismo objetivo.
Publicado en: Diario Gestión / Economía / Pág. 16 / 21-01-2016