En el ciclo de conferencias de la USIL, el Dr. Manuel Izaguirre relató cómo enfrentó la crisis del cólera en Chimbote y destacó la importancia de la organización sanitaria y la participación comunitaria. 

Cólera en Perú: la epidemia que marcó una década y las lecciones para la prevención

A fines de enero de 1991, la bacteria Vibrio cholerae llegó al Perú. Aunque el mundo ya había enfrentado epidemias similares, en nuestro país el cólera permaneció al menos diez años, en medio de la violencia terrorista y el fenómeno El Niño.  

Los primeros casos se reportaron en Chancay, Chimbote y Piura, donde las personas llegaban con dolores musculares, diarrea y vómitos persistentes, síntomas que pronto desbordaron la capacidad de los hospitales de la zona. 

El Dr. Manuel Izaguirre Sotomayor, pediatra que integró el cuerpo médico que enfrentó la crisis, recordó que las primeras semanas fueron caóticas. 

“Se llegó a tener 20,000 contagiados graves en una semana y más de 322,000 en 1991”, relató en el ciclo de conferencias de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad San Ignacio de Loyola.  

En Chimbote, el especialista encontró escasez de soluciones de dextrosa, falta de vías de administración, desorden en la atención y un lento manejo de la velocidad de infusión.  

“Los hospitales Guzmán Blanco y La Caleta se llenaron, y hasta los pasadizos se convirtieron en salas de atención improvisadas”, afirmó.  

Ante la crisis, el Dr. Izaguirre, junto con otros expertos, reorganizó el tratamiento. Se instaló un área de triaje y una unidad de tratamiento rápido que permitiera la rehidratación efectiva de los pacientes, reduciendo el riesgo de complicaciones y mejorando la respuesta médica.  

Para cortar la cadena de contagio se destinó un espacio exclusivo para excretas. Al mismo tiempo, se capacitó al personal de salud en la aplicación del tratamiento y se activaron brigadas móviles rurales para prevenir la enfermedad en zonas poco accesibles.  

“Entendimos que el campo de batalla estaba en la comunidad y que la prevención requería técnicos y voluntarios capacitados. Así logramos bajar la mortalidad y, finalmente, erradicar el cólera”, destacó. 

Tras una década, la epidemia se disipó. La experiencia dejó una lección clara: la participación comunitaria, el conocimiento médico y la organización sanitaria son fundamentales para enfrentar emergencias de esta magnitud. 

Finalmente, el experto advirtió que la reciente pandemia de la covid-19 volvió a evidenciar la urgencia de fortalecer el primer nivel de atención para evitar que futuras crisis superen la capacidad del sistema.