Este 2024, le corresponde al Perú, por tercera vez, ser sede del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC), lo que representa una brillante oportunidad para el impulso del intercambio comercial entre nuestro país y los países miembros de ese bloque, con el consiguiente efecto multiplicador para la economía peruana.
El actual escenario global nos pone “la mesa servida” y, aunque esta expresión parece exagerada, en realidad no lo es, ya que existen varias razones para sostenerla.
En primer lugar, vale recordar que, desde que el Perú se unió al foro en 1998, nuestro intercambio comercial con las 21 economías de APEC ha crecido en 12 % al año y hoy casi el 70 % de nuestras exportaciones van a países miembros de dicha alianza. Al 2021, 5,200 empresas peruanas llegaron con bienes a la zona APEC por un valor cercano a los USD $ 38,000 millones.
En segundo lugar, dicha tendencia de crecimiento del intercambio comercial no solo es firme, sino que se acentuará a partir de la inauguración del puerto multipropósito de Chancay a 80 kilómetros al norte de Lima, que será único en su tipo en el hemisferio sur de cara al Paçífico y se convertirá en hub dada su estratégica ubicación en Sudamérica y el natural afán de nuestros países vecinos de incrementar, como nosotros, su flujo comercial con China y toda la zona APEC.
En tercer lugar, observamos la creciente tensión en la zona de acceso al canal de Suez y el encarecimiento de costos para el comercio, impactados por los actuales conflictos bélicos. Una situación distinta, pero también compleja, enfrenta el canal de Panamá con la disminución del flujo de buques debido al limitado calado en su franja de cruce.
En cuarto lugar, el potencial de recursos naturales que posee nuestro continente y, particularmente, Sudamérica como despensa del mundo, no solo es vista por el otro lado del Pacífico como fuente de alimentos sino también como surtidora de insumos, futuro escenario de valor agregado para la industria, lugar ideal para el desarrollo de energía renovable y de proyectos vinculados a la preservación de bosques, soluciones hídricas y otros vitales frente al cambio climático.
El caso de Singapur, uno de los promotores iniciales de APEC, es emblemático; pues, a pesar de ser un país cuyo territorio es apenas la mitad de Lima, supo aprovechar su ubicación geoestratégica en Asia, convirtiendo a su puerto en el segundo de mayor movimiento en el mundo después de Shanghai-China, con 30 millones de TEUs al año.
Gracias a las inversiones y una coherente y sostenida política de estado, Singapur pudo levantar la infraestructura que hoy le sirve para consolidarse entre las principales economías del mundo. Su modelo y experiencia como impulsor del desarrollo merece ser vista al igual que su política frente a la corrupción y la criminalidad.
En nuestro país, tenemos como reto inmediato priorizar los trenes de cercanías y mejorar significativamente la infraestructura vial, así como el equipamiento de nuestros puertos y aeropuertos, haciendo que nuestras ciudades se articulen con la dinámica del comercio que se avecina y la obligada eficiencia de la cadena logística como columna vertebral para crecer y ser un país competitivo.
En el Perú, más de 12 millones de personas trabajan en la informalidad que se expresa no sólo en lo laboral, sino también en el comercio, el transporte, la vivienda y otros ámbitos, bajo un marco de escaso respeto a la ley y a la autoridad. Ahí tenemos una tarea compleja, ineludible, pero urgente a corregir si aspiramos a ser nuevos protagonistas del comercio global.