Es la primera vez en la historia que existe una causal que afecta indiscriminadamente a casi todos los países: el coronavirus, más conocido como COVID-19. Según la Organización Mundial de Salud (OMS), el brote de esta enfermedad fue notificado el 31 de diciembre del 2019 en Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en China. Virus mortal que, hasta el 27 de abril, ha cobrado 208, 000 muertes y aún deja constancia de 657 140 casos de contagios por el nuevo coronavirus, enfermedad que hasta hoy no tiene cura y que ha llegado a convertirse en una real pandemia.
La reacción frente a esta enfermedad ha sido diferente en cada país. Muchos líderes políticos han incurrido en la desinformación y, con ella, las tardías acciones de protección frente al nuevo coronavirus, desencadenando una serie de problemas que parecen ser irreversibles. Por ello, la economía mundial se ve afectada, los conflictos de intereses son grandes y todo está en manos de las más grandes potencias: China, Rusia y Estados Unidos.
Los secretos revelados del estado chino, tras la muerte del médico Liu Zhiming, han logrado dañar aún más la imagen del gobierno chino. Sin embargo, la defensa de este país estaría basada en la consigna de salvaguardar los secretos de estados y la denegación a la información pública, por lo que ocultó la información sobre la propagación del virus por tres semanas. Probablemente, esta misma acción la hubiese tomado el gobierno estadounidense o ruso, teniendo en cuenta los antecedentes por conflictos de intereses.
Desde que el COVIV-19 entró en cuestión, los conflictos geopolíticos entre estas potencias se han dilatado más. Se podría suponer, que el acuerdo comercial de primera fase entre China y Estados Unidos del 13 de diciembre del 2019 para paralizar la famosa guerra comercial, tendría un efecto positivo. Sin embargo, el orgullo chino y el resentimiento estadounidense, provocó el retardado proceso para encontrar la cura al virus por falta de cooperación estadounidense, un aislamiento bien recibido por parte de China, un juego de egos que migrantes e inmigrantes chinos y estadounidenses tuvieron que perder al ser obligados a retornar a su país y una teoría conspiracioncita sobre el COVID-19 como arma biológica. Esta última consecuencia se basa en dos hipótesis: la primera es que esta ‘arma biológica’ fue accidentalmente liberada en los laboratorios de Wuhan, y la segunda se basa en la propagación del virus por parte de estadunidenses. Si bien ambos estados no tienen incentivos para generar armas biológicas, medios de prensas chinos como estadounidenses alientan esta teoría.
Por otro lado, encontramos a Rusia como el alcohol que enciende el mechero para propinar una nueva guerra por el petróleo. Debido a la proliferación del nuevo coronavirus, el precio del petróleo se ha desplomado en un 60 % en solo tres meses. La poca demanda de su uso y las medidas adoptadas por la mayoría de países, como el cierre de fronteras, la paralización de actividades comerciales, industriales y las cuarentenas han sido claves para la caída de petróleo más drástica desde 1991.
En Rusia, estas medidas no son ajenas, pero son controladas. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, no ha dispuesto una orden general para el aislamiento domiciliario. Asimismo, la producción del petróleo, que es la fuerza económica rusa, ha entrado en discusión con Arabia Saudita y, consecuentemente, con Estados Unidos. Estas potencias pertenecientes a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se están jugando el trono del poder, por quién será el que resista y abarque todo el mercado petrolero.
Están los saudíes con la sobreproducción de petróleo a precio reducido; los rusos obligando a los saudíes a correr con todos los recortes de producción de petróleo; y los estadounidenses que han considerado dos posibilidades: subir sus aranceles del petróleo y presionar a los saudíes para que se salgan de la OPEP y con ello generar una alianza estratégica, de manera que desplazarían del mercado a Rusia y los otros países de la OPEP. Cabe resaltar que esta alianza podría ser as bajo la manga de Trump para su reelección.
Los conflictos de intereses de estos países están frenando las posibilidades de lograr una cooperación internacional multilateral para poder afrontar esta crisis de salud mundial. Hoy en día, se habla sobre la carrera por el liderazgo mundial, pese a ser líder mundial por casi siete décadas, Estados Unidos está demostrando sus deficiencias como Estado y Gobierno por la ineficiencia de su gestión para controlar y erradicar el nuevo coronavirus. Sin embargo, estas en su conjunto han sido la oportunidad sagazmente aprovechada por China, que sería el nuevo salvador, gracias a su capacidad de gestión para erradicar el COVID-19.
Finalmente, la única verdad frente a este panorama es que tanto los países desarrollados como en desarrollo, dependemos de estas tres potencias y, si no se llega a lograr el principio de cooperación dentro de la comunidad internacional, esta crisis de salud mundial tardará años en acabar.