En los últimos meses hemos visto cómo la COVID-19 se ha convertido en el titular más empleado de todos los medios de prensa a nivel internacional. La crisis por el coronavirus se ha agudizado en todos los sentidos, desde la poca capacidad estatal en materia de políticas públicas de salubridad hasta las disparidades económicas en la población de un país.
Sin embargo, existe un tema que no ha protagonizado los titulares internacionales, pareciendo una crisis silenciosa: las diferencias de género. Los marcos regionales, las organizaciones multilaterales y las instituciones financieras internacionales deben reconocer que las mujeres desempeñarán un papel fundamental en la resolución de la crisis, y que las medidas para abordar la pandemia y sus consecuencias económicas deben incluir una perspectiva de género. Con mucho énfasis, vemos tres áreas donde las mujeres están particularmente en riesgo y necesitan protecciones más fuertes en la crisis actual.
Primero, la experiencia muestra que la violencia doméstica, sexual y de género aumenta durante las crisis y los desastres. Sucedió durante las epidemias de ébola (2014-16) y zika (2015-16), y parece estar sucediendo ahora (Linde, 2020). Bajo medidas para quedarse en casa, las mujeres que viven con hombres violentos están expuestas a un peligro considerablemente mayor. Debemos asegurarnos de que los refugios para mujeres y otras formas de asistencia se mantengan y fortalezcan (ONU Mujeres, 2020).
En segundo lugar, es importante recordar que la mayoría de los que están en la primera línea de la pandemia son mujeres, porque representan el 70 % de todo el personal de salud y servicios sociales a nivel mundial (ONU Mujeres, 2020). Sin embargo, tienden a tener menos acceso a los servicios de salud que los hombres. En efecto, en varios países que experimentaron epidemias previas, la prestación de servicios de salud sexual y reproductiva, incluida la atención prenatal y materna y el acceso a anticonceptivos, se redujo tan pronto como los recursos debieron reasignarse para la crisis.
Finalmente, las mujeres son particularmente vulnerables económicamente. A nivel mundial, su posición en el mercado laboral es inestable, por ende, su participación en la PEA nacional también es una prioridad que los gobiernos deben abordar.
Dadas estas diferencias, es fundamental que los formuladores de políticas participen con las organizaciones de derechos de las mujeres y con los ministerios pertinentes para formular respuestas a esta crisis y prepararse para la próxima. Hoy, todos los países enfrentan la misma pandemia, y ninguno prevalecerá al actuar solo. Por ende, los gobiernos y la ONU deben mostrar su capacidad al proteger los derechos de quienes llevan el frente de batalla contra este enemigo invisible: las mujeres.