El equilibrio de la cadena alimentaria de abastecimiento global se ha puesto en riesgo debido a la reducción de disponibilidad y accesibilidad de combustible y alimentos, producto de los conflictos bélicos entre Ucrania y Rusia. Siendo este último, el mayor exportador mundial de gas natural y el segundo mayor exportador de petróleo, ambos insumos básicos para la fabricación de fertilizantes nitrogenados utilizados en la agricultura. Según con el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, si la crisis bélica continúa, los niveles de inseguridad alimentaria en América Latina y El Caribe podrían volver a los puntos más álgidos que se observaron durante la pandemia de la COVID-19. Por lo que resulta fundamental la aplicación de estrategias y políticas del gobierno eficientes y que integren la participación del sector empresarial y la academia.

Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) el Perú es el segundo país en Latinoamérica y El Caribe (después de Brasil) que más depende de las importaciones de fertilizantes de Rusia. Para el primer trimestre del 2022, las importaciones de fertilizantes cayeron en 53%, las cuales fueron sustituidas por importaciones hechas a China (+440%), Chile (+429%) y Estados Unidos (+357%).  Al igual que otros países, el Perú se ha visto expuesto a una reducción del mercado al que puede acceder para importar urea y a los altos precios que prevalecen. Según ComexPerú el precio CIF de fertilizante en el 2021 aumentó 48,9% respecto al 2020 alcanzando un valor de $440 por tonelada mientras que en los primeros meses del 2022 ha llegado alcanzar $611 por tonelada.

Entre las acciones tomadas por el gobierno peruano está la asignación de mil millones de soles para la compra de fertilizantes que aseguren la cobertura nacional agraria, además de negociaciones de compra con Israel, Marruecos, Bolivia, Venezuela, Irak, indonesia y otros países a fin de alcanzar por lo menos las 200 a 300 mil toneladas de importación para cubrir las necesidades internas y no poner en riesgo la campaña agrícola 2022 – 2023 que iniciará el próximo agosto, situación que podría afectar a cerca de 500 mil agricultores y a la vez que desataría una crisis alimentaria por la reducción de la disponibilidad de alimentos junto con el incremento de los precios.

Bajo este escenario, es necesario que la academia contribuya con la investigación y desarrollo de proyectos orientados al uso de nuevas fuentes para la generación fertilizantes orgánicos con potencial ser utilizados en los principales cultivos de consumo masivo; así como la generación de combustibles alternativos mediante el aprovechamiento de la biomasa de residuos proveniente de la agroindustria; o el desarrollo de tecnologías limpias para la producción de alimentos y reducir la dependencia del consumo de combustibles fósiles, las emisiones de CO2 y su impacto al medio ambiente. En la carrera de ingeniería agroindustrial de la USIL se ha investigado; el aprovechamiento de la biomasa agroindustrial, para generar biocombustibles como biogás y bioetanol; además de la aplicación de procesos biotecnológicos para reconversión de biomasa.

Ante la escasez de alimentos en el mundo, es necesario reducir la cantidad de desperdicios para lo cual es clave un adecuado manejo post cosecha y la aplicación de técnicas de conservación con una cadena de frío eficiente; mediante el aprovechamiento óptimo de las materias primas, a través de la elaboración de alimentos a base de residuos orgánicos que eran tratados como desperdicio, y de los cuales se obtiene compuestos bioactivos utilizados como aditivos alimentarios; y por último el uso de nuevas materias primas para la producción de alimentos alternativos a los tradicionales.

En la carrera de ingeniería en industrias alimentarias de la USIL, se vienen realizando investigaciones para generar alimentos de nuevas fuentes, mediante la producción de pan sin gluten utilizando granos andinos; y pastas largas a partir de papa con sustitución de la harina de trigo. La obtención de aceite de alto valor nutricional; concentrado proteico de alta calidad nutricional y carbohidratos a partir de la quinua. Además de la obtención de proteínas a partir de algas, como sustituto de la proteína animal. Por todo lo indicado, es importante aprovechar la biodiversidad nacional para desarrollar nuevos alimentos saludables y no depender de commodities como el trigo, una materia prima que por estos tiempos resulta escasa y de alto precio.

Fuentes de investigación

Escrito por:

Perla Paredes Concepción
Ingeniera agroindustrial, magíster en ingeniería industrial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), actualmente cursando el doctorado en ciencias de alimentos en la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM).