El crecimiento del niño trae cambios significativos que se evidencian en la madurez, en el desarrollo de competencias para el aprendizaje, para su adaptación, habilidad para resolver problemas, socializar o manejar sus emociones.

Durante la etapa escolar, responde a determinadas expectativas educativas acorde a su grado escolar; por ejemplo, se espera que un niño del segundo grado tenga fluidez lectora, maneje ciertas nociones numéricas, operaciones y problemas matemáticos; sin embargo, ello dependerá de su propio ritmo de crecimiento.

Brindamos algunos consejos para reconocer cuándo un niño necesita apoyo adicional:

  1. Al iniciar el aprendizaje de la lectura, su ritmo puede ser lento, leerá silabeando, puede confundir letras que tengan similitud morfológica o fonética, puede tener mayor comprensión oral que lectora; sin embargo, al madurar, debe ir alcanzando mayor fluidez y comprensión lectora, adecuada pronunciación de fonemas, orden al leer, manejo de los signos de puntuación, dándole pausa y sentido a la lectura.
  2. A la par, el niño desarrolla la escritura, la postura es un aspecto para considerar, sobre todo si el niño ya alcanzó control sobre su cuerpo y madurez psicomotriz. No es usual que el niño se recueste sobre la carpeta y/o acerque su cabeza a la hoja en la que escribe. La rotación de la hoja hacia los lados puede ser sutil para mayor comodidad; más no exagerado. Respecto al trazo, inicialmente, podrá ser fuerte, irregular, muy grande o pequeño; paulatinamente debería ordenarse y ajustarse a los márgenes.
  3. En el aprendizaje de las matemáticas, generalmente, el niño recuerda los números y disfruta al descubrir la suma o resta de objetos. El aprendizaje de la tabla de operaciones básicas es mecánico, hasta que comprende el proceso de adición o sustracción. Se ve en dificultades cuando éste no es asimilado, reflejándose en la resolución de problemas matemáticos.
  4. El niño es explorador por naturaleza; el juego y el movimiento, son un recurso para él; no obstante, llama la atención cuando su juego es disperso, cuando no focaliza su atención sobre un determinado estímulo, se distrae fácilmente, no concluye u olvida sus tareas y pierde objetos personales.
  5. Algunos niños usualmente rechazan situaciones en las que se ven expuestos, se avergüenzan en público, en ambientes que no le son familiares; pero, hay que tenerlo en cuenta cuando rechaza lugares muy concurridos, aún en compañía de sus padres, evita contacto con sus pares; prefiere juegos solitarios, incluso en casa.

Fuentes de Investigación:

Escrito por:

Mg. Elsa Milagros Zavala Bustamante

Docente de la Facultad de Educación de USIL. Magíster en Psicología con mención en Prevención e Intervención en niños y adolescentes. Licenciada en Psicología. Con formación en terapia familiar desde el enfoque sistémico y terapia vincular familiar.