Escribir sobre las razones por las que el café peruano es mi favorito, y el de muchos, es un honor y placer particular. Tengo una relación con el café de nuestro país desde muy pequeño: en mis recuerdos de las tardes, cuando mi madre me llamaba a disfrutarlo entre servicios del restaurante, con una rosquita de yuca, como le gustaba. Mis mejores recuerdos están en la niñez junto a mamá y una taza de café.
Un repaso de su historia
Actualmente existen, principalmente, dos variedades de café: arábiga y robusta. Casi la totalidad de la producción mundial comprende a ambos. Sus características destacan por los pisos ecológicos en los que se siembran, la variedad de ecosistemas y el tipo de producción, los cuales diferencian su aroma, fortaleza, grado de acidez, calidad, entre otros atributos.
Los orígenes del café están en Etiopía. Cuenta la leyenda que el café fue descubierto por un pastor que observaba el efecto que tenía este fruto en las cabras cuando lo comían. Así, los primeros indicios de su consumo se registran en el siglo IX, en los primeros tratados y escritos sobre esta planta. Además, se cree que llegó a Europa en el siglo XV por mercaderes venecianos; en el siglo XVII, a islas caribeñas; y a América del Sur, a mediados del siglo XVIII. En el Perú, las primeras zonas cafetaleras se establecieron con la inmigración austriaca y alemana en 1850, aproximadamente, en Chanchamayo.
El Perú, con su gran cantidad de pisos ecológicos, produce uno de los mejores cafés de Sudamérica. Los caficultores se desarrollan en Amazonas, Cajamarca, Piura, San Martin, Huánuco, Pasco, Junín, Cusco, Apurímac, Ayacucho y Puno, con una producción de 400 mil toneladas métricas al año, siendo los principales destinos de su producción Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Suecia, Canadá, Corea, Italia, entre otros países.
¿Por qué el café peruano es mi favorito? La razón principal es su sabor, que me transporta a un momento de convivencia, a un recuerdo de los mejores momentos que viví: compartir y escuchar nuevamente las voces de mi padre y de mi madre. Recuerdo cómo eran sus días y lo que vivían en el restaurante, cómo conversaban y se apoyaban continuamente frente a los problemas para salir adelante con una sonrisa.
Esa conexión sensorial y sentimental, ese networking que genera inspiración creativa, pero, sobre todo, esos recuerdos son los que nos llevan a amar el café de nuestra tierra. ¡Feliz día del Café Peruano! Disfrutémoslo siempre en buena compañía.