La sola mención de las palabras ‘inteligencia artificial’ tienden a remitir fácilmente a otras como ‘innovación’ y ‘modernidad’, por tratarse de un avance científico que puede traer novedades positivas para la humanidad de cara al futuro. Sin embargo, el concepto no está menos ligado a la automatización de procesos, lo cual podría suponer el reemplazo de personas en determinadas tareas y resultar problemático en términos de empleabilidad.
En este punto resulta indispensable el enfoque profesional de quienes tendrán en sus manos aprovechar el mayor desarrollo de la inteligencia artificial (I.A.) en los próximos años para beneficio de la sociedad, entre ellos, los profesionales de ingeniería. La relevancia de este tipo de avances tecnológicos solo cobra sentido cuando existen profesionales lo suficientemente preparados como para capitalizarlos.
Dado que es imposible desligar la evolución y el aprovechamiento de la I.A. de las personas, los profesionales de Ingeniería deberán asumir el rol de adelantarse al potencial de este avance y adaptarlo en pro de las necesidades del país. Esto quiere decir que el ingeniero, sea cual sea su especialidad, deberá desarrollar desde su etapa universitaria ciertas capacidades que serán vitales para ejercer su carrera.
Entre estas destrezas destaca, por ejemplo, el pensamiento crítico. Frente a todas las implicancias que pudiera tener el uso más frecuente de la I.A. en las labores diarias, será vital contar con profesionales capaces de examinar todas las posibilidades que ofrece el empleo de una tecnología antes de tomar decisiones que puedan afectar a los colaboradores.
Frente a la incertidumbre que puede suponer la mayor acogida de herramientas que emplean algún tipo de I.A., otra cualidad que será cada vez más valorada en un ingeniero será su flexibilidad cognitiva. Si bien ya existen aplicaciones de esta tecnología en, por ejemplo, el diagnóstico de enfermedades, la seguridad electrónica y el control de fraudes, el límite de sus posibilidades es aún incierto y requerirá que estos profesionales se adapten con efectividad a los cambios que se avecinan.
Asimismo, un experto capaz de coordinar equipos y gestionar personas eficientemente hará la diferencia al momento de automatizar procesos o decidir qué tareas pueden prescindir del talento humano. Este tipo de elecciones deben estar en manos de los líderes mejor calificados para reconocer el potencial de un trabajador, así como el detalle de las tareas que realizan y su aporte a la consecución de objetivos de la empresa o institución.
En resumen, la adopción de tecnologías tan transformadoras de nuestra realidad como la I.A. obliga a profesionales de diversas ramas a adaptarse al cambio y formarse con miras a poner cada avance científico al servicio de la sociedad. De modo especial, por su vocación promotora de la innovación y espíritu modificador del entorno, el ingeniero puede cumplir en este contexto un papel clave que solo una sólida formación universitaria puede proveerle.