La ciudad, el espacio que alberga a la sociedad, procura su desarrollo según modelos urbanos, sociales, económicos y territoriales. Para llevar el sufijo de sostenible, la ciudad debe satisfacer las necesidades y aspiraciones de la sociedad actual, siempre y cuando pueda satisfacer las necesidades y aspiraciones de la sociedad en el futuro (Brundtland, 1987). Es decir, que debe procurar el bienestar de hoy pensando en el de mañana.
Por un lado, la arquitectura como pieza clave de la ciudad, valor tangible y muestra de creatividad del ser humano, ha contribuido desde sus inicios a la mejora de la calidad de la vida, que ha traído consigo un impacto en el medio ambiente. Desde este punto de vista, es pertinente interrogarse si la arquitectura podrá contribuir con el desarrollo sostenible. Si la respuesta es positiva, entonces ha de denominarse arquitectura sostenible.
Por otro lado, en territorios como el nuestro en donde se evidencia que la territorialización de la planificación es poco sostenible (debido, entre otros factores, a problemas de procesos de urbanización descontrolada, segregación territorial y aumento de desigualdades socioeconómicas) y donde existen riesgos ambientales latentes es imperativo plantearse la pertinencia de la utilidad del concepto de sostenibilidad (Bolay et al., 2000).
En nuestro territorio se ha constatado que la acción de la planificación aún está distante de la noción sostenible, entre otros motivos, por el manejo poco eficiente de la escala territorial, la cual necesita una dimensión temporal mayor. Esta complejidad del manejo de la escala territorial es diametralmente opuesta con la escala espacial y temporal de lo que un individuo puede hacer por intermedio de la arquitectura. Por ello, es imprescindible preguntarse en qué medida la arquitectura puede contribuir a ese desarrollo sostenible. Entre algunas pistas, conviene analizar cómo se puede reajustar la arquitectura, para 1. ser más cuidadosa con el uso de los recursos naturales y pensar en su impacto al medio ambiente; 2. ser más eficaz en términos de comprensión del medio geográfico y ofrecer alternativas bioclimáticas, 3. racionalizar el espacio disponible, privado y público, y pensar en los nuevos modos de habitar del individuo, y reflexionar en el rol social del espacio público, 4. procurar la creación de espacios inclusivos, vivibles, humanos y dignos y 5. ser más trascendente y menos efímera, porque la sostenibilidad también radica en la durabilidad de lo arquitectónico.
La arquitectura sostenible no es una tendencia o imposición. Debe ser un acto de conciencia y una respuesta frente a lo que pasa en el mundo, pues como decía Le Corbusier en 1935: “le monde est malade. Un réajustement s’impose” (traducción del francés: el mundo está enfermo. Se requiere de un reajuste) (Hamman & Blanc, 2009, p. 17). La arquitectura sostenible es una necesidad, un acto imperativo de reflexión y de acción para que las generaciones futuras puedan vivir y disfrutar lo que nosotros vivimos y disfrutamos hoy.
Fuentes de investigación
- Bolay, J.-C., Pedrazzini, Y., & Rabinovich, A. (2000). Quel sens au «développement durable» dans l’urbanisation du tiers-monde ? Les Annales de la Recherche Urbaine, 86(1), 77-84. https://doi.org/10.3406/aru.2000.2314
- Brundtland, G. H. (1987). Our common future. Oxford University Press. CMMAD. U.K.
- Hamman, P., & Blanc, C. (2009). Sociologie du développement durable urbain: Projets et stratégies métropolitaines françaises. Peter Lang.