Los medios de comunicación cumplen un rol determinante en el desarrollo de las sociedades y la vida de las personas. Así ha sido desde el momento mismo en que surgieron y a largo de su historia y evolución. En particular, la información periodística ha demostrado tener una fuerza capaz de motivar cambios y movilizar conciencias en favor (o detrimento) de causas de toda índole, positivas o negativas, y en circunstancias diversas, de crisis o relativa calma. Como corrobora la investigación comunicacional, si bien los medios no digitan conductas ni pensamientos puntuales, sí pueden establecer una determinada agenda temática y, en el largo plazo, plantear marcos de interpretación de la realidad. Por ello, seleccionar qué informaciones se publican, desde qué perspectiva y cuánta importancia se le asigna a cada una es una parte central de su quehacer diario y, al mismo tiempo, una gran responsabilidad por cumplir.
La prensa juega un rol protagónico en la toma de decisiones de la audiencia. Constituye también, sin menoscabo de la libertad que conlleva su ejercicio, un gran aliado de la gestión de gobiernos y autoridades. Sin embargo, como ha sucedido en sociedades de consumo masivo de información, una mal entendida competencia por lograr mayores beneficios comerciales puede llegar a afectar el compromiso de cumplir con la misión de informar de manera veraz, eficaz y oportuna, sin responder a intereses subalternos.
En estos tiempos de pandemia, por ejemplo, hemos sido testigos de la difusión de las llamadas “noticias de color”. En el argot periodístico, se llama así a las informaciones ligeras (o que no lo son tanto, pero se enfocan desde ese ángulo) que, gracias a su atractivo, buscan distraer al consumidor. Algunas veces resultan inocuas, en otras demuestran falta de profundidad o tratamientos estereotipados, pero en las actuales circunstancias acaso tengan consecuencias más serias, pues pueden llegar a contribuir con la confusión y hasta con el desacato de normas que han sido dictadas para proteger a la ciudadanía de la letalidad del coronavirus.
En marzo pasado, un reportaje de televisión, días previos a la conmemoración de Semana Santa y en plena cuarentena obligatoria, mostró a un reportero caminando por un mercadillo popular atiborrado de gente, junto a un ciudadano que pedía a las autoridades le permitieran efectuar su acostumbrada representación de la Pasión de Cristo. ¿El resultado de aquel reportaje pudo haber sido que alguna gente (o mucha) entendiera que no había ningún problema en movilizarse entre la multitud pese al inminente riesgo de contagio con el que convivimos desde aquellos días o que existían motivos personales que justificaban el desacato de la cuarentena? Yo tiendo a pensar que sí, pero basta la mínima duda para abstenerse de aquel tratamiento costumbrista, por llamarlo de algún modo.
El gran reto de la prensa, hoy por hoy, no solo es informar, sino también ser un punto de referencia para la ciudadanía. Se trata de un rol de servicio público que no tiene por qué contradecir los objetivos comerciales que los medios privados legítimamente poseen. ¿Implica no ser creativo o entretenido en el tratamiento periodístico, abandonar la profundización, investigación y aún la fiscalización? Todo lo contrario. Ejercidas con responsabilidad y apego a la verdad, tales funciones no solo son pertinentes sino necesarias. Pero la competencia por lograr ser el más visto o el más leído, siempre debe observar los límites de lo ético y, en la actual coyuntura, de aquello que colabora con enfrentar la pandemia. La información oportuna puede coadyuvar a salvar vidas e incluso evitar que algunas se pierdan.
Toca a la ciudadanía tomar conciencia de la necesidad de actuar de manera responsable y madura, de afianzarse en un nuevo sistema de vida y socialización con el fin de salvaguardar la salud propia y la de los demás. Es el gran desafío que todos debemos afrontar tras la cuarentena rígida que vivimos por más de tres meses. Pero si bien la responsabilidad es individual, se trata de un desafío que los medios pueden y deben ayudar a encarar. En esto tienen una alta misión entre manos.
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