“Ellos quieren la gente que les pueda generar show, que les pueda generar circo porque finalmente eso es la tele: un poco de circo… es lo que importa en televisión”
Medina, M. 2022
Estas palabras de Magaly Medina, haciendo referencia a los programas de competencia de la televisión peruana, resume la fórmula televisiva de la señal abierta, la televisión sin pago, la misma que en el Perú tiene a Latina, América TV, Panamericana y ATV en una pugna implacable por posicionarse como el canal número uno en la preferencia de los hogares.
En este contexto, la pregunta ¿La televisión debe educar o entretener? podría responderse desde un punto de vista real, académico o ideal. Para iniciar, es preciso señalar que todo proceso de comunicación consta de un propósito y éste siempre será encontrar la respuesta deseada en el receptor. Considerando esta premisa, se apelará siempre a la exaltación de nuestros sentidos en el proceso de percepción, tal como lo señalaría David Berlo al postular el propósito consumatorio en 1960. De ahí, que la televisión captura la atención del televidente por medio de la vista y el oído con todas las estrategias bisensoriales posibles. A diferencia de lo que ocurre con el libro, privilegia lo dinámico sobre lo estático, lo sensorial sobre lo conceptual, lo sonoro sobre lo silencioso. Es, por lo tanto, un banquete para los sentidos (Ferres, J. 1995). Por ejemplo, hace unos años los noticieros tenían como premisa de edición no musicalizar las notas para evitar la manipulación de la audiencia; hoy, sucede todo lo contrario, se generan diversas emociones a través de la banda sonora (miedo, angustia, pánico, tristeza, alegría, asco, entre otras) que refuerzan las imágenes impactantes mostradas. Por ello, la primera media hora de contenido periodístico será de índole policial, con muestras de violaciones, matanzas, robos, asaltos, secuestros, etc.
Con lo anterior, la televisión cumple su primer objetivo: capturar la atención y permanente visualización y escucha de los televidentes. Después, venderá a los mismos como números o cifras de rating a los anunciantes, que son, normalmente, empresas que buscan que los espectadores consuman su producto o servicio. Por tanto, este sistema es un negocio redondo para los involucrados. Por un lado, los programas de televisión, al tener muchos televidentes, obtendrán millonarias utilidades gracias al pago que los anunciantes realizan por auspiciar o anunciar en un determinado horario; por el otro, los anunciantes transmitirán su mensaje publicitario a millones de personas que consumirán, posteriormente, sus productos o servicios de manera masiva, lo que les generará, de igual forma, millonarias ganancias.
En base a lo expuesto, podemos señalar que la televisión de señal abierta, está presionada, orientada y motivada por el rating. Esto, por tanto, impedirá que contenidos que no apelen a la exaltación de los sentidos de la vista y el oído, puedan siquiera surgir con éxito en la señal abierta o gratuita. De ahí, que la obligación de todo director y/o productor de televisión será siempre buscar el show o el circo televisivo de diferentes formas o en los diferentes formatos existentes.
A ello, hay que sumarle la costumbre del televidente quien consume el contenido principalmente en pro del entretenimiento. El usuario, con una actitud irreflexiva e irracional, encenderá el televisor y visualizará el contenido propuesto. Por tal motivo, generar un contenido educativo, que busca la reflexión, el desarrollo del pensamiento y la capacidad de abstracción no estará en los cánones del consumo audiovisual.
A pesar de los casos aparentemente exitosos en nuestro país como el programa surgido en la pandemia, Aprendo en casa (habría que observar el contenido sin la obligatoriedad de visualización), con lo anteriormente narrado, parece casi imposible educar por medio de la televisión. Sin embargo, existe una gran oportunidad de desarrollo de producción de programas de televisión educativos. Así lo avalan los casos exitosos a nivel internacional, como la serie documental Historia Clínica emitida por Telefe en Argentina, que obtuvo un promedio de 25 puntos de rating en su emisión (lo que en el Perú equivaldría a dos millones y medio de espectadores aproximados y a un programa líder en la sintonía diaria) o los canales educativos Encuentros (Argentina), ATEI (España), AprendeTV (Colombia), entre otros modelos, que se ajustan al principio del entretenimiento para cautivar al espectador (Rincón, O. 2006). De la misma manera, muestran el camino a seguir a nivel de desarrollo de contenido y formas:
- Investigación del público objetivo (en la pre producción, en la realización y en la post producción) para desarrollar el contenido de acuerdo a la preferencia y experiencia del usuario.
- Hibridación de géneros y formatos como fórmula para la narrativa y el lenguaje audiovisual.
- Desarrollo de estrategias transmedias para promocionar, comunicar y posicionar un producto televisivo como una marca.
Vale señalar, que en estos países existen incentivos gubernamentales y legislativos para la producción de la televisión educativa. Es decir, desde el gobierno se indica la cuota de producción televisiva educativa de calidad que tiene que cumplir cada medio de comunicación. Todo ello, dentro del marco legal, plural y democrático, como es el caso de la ley de servicios de comunicación audiovisual (LSCA) o la ley 26.522 en Argentina, que permiten cambios estructurales que benefician de forma permanente a los productores pequeños y medianos, quienes históricamente asumieron los riesgos de la experimentación y la producción educativa y, a la vez, apertura el desarrollo de estrategias y coproducciones internacionales que permiten producir más televisión y radio de carácter educativo, cultural e infantil (Maniago, V. 2013).
Por tanto, es preciso que, si se desea que la televisión sea sinónimo de educación o una herramienta óptima para aportar a la misma, deberá virar su rumbo en nuestra sociedad. Para ello, por un lado, el Gobierno deberá adoptar un rol trascendental en el desarrollo de las oportunidades, exigencias y motivaciones aplicables a las diferentes producciones televisivas; y por el otro, las organizaciones y autoridades educativas tendrán que adaptar sus contenidos a lo que históricamente ha sido la televisión: entretenimiento.
De estas consideraciones se desprende que la televisión plantea a la escuela un auténtico reto. Y ello por un doble motivo. Por una parte, porque tal vez la escuela ha equivocado la manera de aproximarse a la televisión: se aproxima a ella desde los parámetros del discurso, que son los que definen a la escuela, y no desde los del espectáculo, que son los que definen a la televisión. Por otra, porque el hecho de educar en una sociedad del espectáculo plantea a la escuela problemas nuevos, específicos, impensables en culturas anteriores (Ferres, J. 1995).
Fuentes de investigación:
- Ley de servicios de comunicación audiovisual (LSCA) o la ley 26.522 en Argentina