Según la FAO (2022), en el informe del Estado de Seguridad Alimentaria y Nutricional en el Mundo “A pesar de las esperanzas de que el mundo saldría de la pandemia de COVID-19 en 2021 y la seguridad alimentaria comenzaría a mejorar, el hambre mundial aumentó aún más en 2021”. Después del 2015 la prevalencia de desnutrición crónica no tuvo mejoras sustanciales, y a partir del 2019 aumenta progresivamente de 8% a 9,8% al 2021.
En el 2050, las proyecciones indican que seremos más de 10,000 millones de personas, y se requerirá el doble de los alimentos que producimos ahora, además tenemos en contra el incremento de la salinización, la urbanización y la contaminación. La pregunta es ¿moriremos de hambre?
La pandemia, la guerra, los embates de la naturaleza, así como las crisis políticas, económicas y sociales, hacen prever un futuro sombrío, pero podemos cambiar el destino: este es el momento para frenar este avance. Desde la agricultura familiar hasta la industrialización de alimentos necesitan repensar su cadena de valor, ya no con el objetivo único de lograr calidad e inocuidad para el mercado sino el bienestar común de cada uno de los actores de la cadena productiva de alimentos. Prevención y articulación parecen ser las palabras mágicas, pero en la práctica son un gran acto de ilusionismo, porque seguimos trabajando aislados, cada quien quiere lograr su objetivo y no siempre es el bien común sino el resultado de un proyecto. El aumento lento pero sostenido del hambre en el mundo así lo demuestra, más recursos, más personas, más voluntades políticas pero estamos en retroceso y ello debe llamar nuestra preocupación ya que evidencia que sus causas son estructurales y van en aumento, las respuestas de los países y de los hogares se ven cada vez más debilitadas, las medidas de afrontamiento se agotan y en muchos hogares ya se agotaron, no hay ahorros, ni activos que vender, el desempleo o el trabajo de alto riesgo y fuera del sistema acosan a los hogares desesperados por alimentar a sus familias.
Debemos impulsar acciones integrales y conjuntas para garantizar el acceso con igualdad de oportunidades a alimentos nutritivos, inocuos y culturalmente pertinentes, para ello es indispensable articular acciones y generar alianzas sólidas para transformar los sistemas alimentarios a fin de optimizar los recursos (producir más con menos inversión) y reduciendo las pérdidas, todo ello a través del uso sostenible de la tecnología, innovación y el desarrollo de conocimiento.