Descubre cómo el sueño influye en la digestión y la microbiota intestinal, y cómo la dieta y hormonas como la grelina impactan en la salud.

Hombre despertando con malestar estomacal

Por: Mónica Giuliana Ganoza Paredes, docente de la carrera de Nutrición y Dietética de USIL, médico cirujano y especialista en aparato digestivo.  

Dormir es más que solo descansar; es un proceso biológico que involucra a todo el cuerpo. Dentro de sus múltiples funciones, el sueño contribuye al adecuado desempeño del sistema digestivo y la microbiota intestinal. Diversos estudios han evidenciado que la calidad del sueño afecta la digestión y absorción de nutrientes, al alterar la producción normal de secreciones del tubo gastrointestinal y su motilidad. 

Al mismo tiempo, la diversidad y estabilidad de la comunidad bacteriana que reside en nuestro intestino dependen en gran medida de un sueño adecuado. Ambos sistemas, el digestivo y el de la microbiota, se comunican a través del eje intestino-cerebro, coordinando diversos procesos que influyen en el bienestar físico y emocional del individuo. 

Sueño profundo y digestión saludable 

Durante el sueño profundo, el sistema gastrointestinal experimenta una desaceleración fisiológica: el vaciado del estómago es más lento, los movimientos del intestino disminuyen y las secreciones digestivas siguen el ritmo de nuestro reloj biológico. Esta regulación permite una digestión ordenada y eficiente. 

Cuando el sueño se altera en duración o calidad, dicho equilibrio se pierde, favoreciendo la aparición de síntomas como la dispepsia o el estreñimiento. Estos cambios funcionales también pueden comprometer la absorción de nutrientes esenciales como el hierro, lo que a largo plazo incrementa el riesgo de problemas como la anemia. 

Cómo los trastornos del sueño afectan la digestión 

Estudios epidemiológicos recientes muestran que las personas con trastornos del sueño (por enfermedad o trabajo nocturno) padecen con mayor frecuencia problemas digestivos. Es importante recalcar que esta relación también funciona en sentido contrario; enfermedades digestivas como el reflujo gastroesofágico o el síndrome de intestino irritable pueden deteriorar la calidad del sueño, dando lugar a un círculo de causa y efecto que puede prolongarse en el tiempo. 

El sueño, además, regula hormonas como la grelina, asociada a la sensación de hambre. Su alteración puede generar mayor apetito, cambios en la dieta y elecciones poco saludables, lo que repercute tanto en la digestión como en la microbiota intestinal. 

Relación entre sueño y microbiota intestinal 

En este contexto, la microbiota intestinal ocupa un lugar central. Lejos de ser solo un conjunto de bacterias intestinales, constituye una comunidad dinámica que influye en el metabolismo, la inmunidad y hasta en la función del sistema nervioso. Cuando se altera el equilibrio de esta comunidad bacteriana (disbiosis), se modifican múltiples procesos fisiológicos clave. 

Esto se debe en particular a la disminución de bacterias beneficiosas productoras de ácidos grasos de cadena corta como el butirato, el cual destaca por su capacidad para preservar la mucosa intestinal, modular la inflamación e influir directamente en la calidad del sueño. 

Una dieta adecuada puede ayudar a fortalecer esta relación. Alimentos tradicionales andinos como el tarwi, rico en proteínas y fibra, contribuyen a la diversidad microbiana y favorecen tanto la salud intestinal como un sueño reparador. 

Efectos de la falta de sueño en la microbiota intestinal 

Cuando el sueño se altera, esta comunidad microbiana cambia de manera significativa. Trastornos como el insomnio, la apnea del sueño o el sueño fragmentado se han asociado con una menor presencia de bacterias protectoras como Lactobacillus o Faecalibacterium, y con un incremento de especies bacterianas proinflamatorias. 

Se ha demostrado que incluso pocos días de alteración del sueño son suficientes para producir cambios importantes en la microbiota intestinal. Basta con tres noches de restricción severa del sueño para que se vean afectadas especies bacterianas poco abundantes pero esenciales para la estabilidad del sistema. Aunque las consecuencias clínicas no se manifiestan de inmediato, estos cambios dejan al microbioma más vulnerable a desequilibrios futuros. 

Cómo mejorar la calidad del sueño y la salud digestiva 

Comprender estas conexiones nos abre nuevas oportunidades terapéuticas. Optimizar la higiene del sueño es parte fundamental del tratamiento de la disbiosis y demás patologías gastrointestinales. De la misma forma, una dieta balanceada que incorpore probióticos, prebióticos y alimentos funcionales permite mantener un ecosistema intestinal saludable que favorece un sueño reparador. 

Integrar ambos enfoques convierte al sueño y a la alimentación en aliados clínicos para mejorar la salud digestiva y metabólica. 

Reflexión final 

Aunque en los últimos años la ciencia ha avanzado en demostrar la relación entre el sueño, la digestión y la microbiota, aún quedan muchos aspectos por explorar. Sin embargo, la evidencia disponible nos permite aplicar este conocimiento en la práctica clínica habitual y difundirlo en el ámbito de la salud pública, reforzando la importancia del sueño como parte esencial de la prevención y tratamiento de enfermedades digestivas. 

El sueño es, por lo tanto, una herramienta poderosa para preservar la digestión y el equilibrio de la microbiota, con beneficios que se extienden al metabolismo, la inmunidad y el sistema nervioso. El descanso diario de calidad no es simplemente una recomendación de estilo de vida, sino una inversión valiosa en la salud del mañana. 

 

Fuentes bibliográficas:

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