Todos los días nos enfrentamos a situaciones diversas que requieren el cumplimiento de reglas o normas y el seguimiento de instrucciones. Las mismas nos permiten adecuarnos al grupo y al contexto social. En ese sentido, es importante que los niños puedan adquirir conciencia de dichas normas para que se conduzcan y desarrollen de manera apropiada en su contexto, siendo responsabilidad de los adultos generar condiciones para que las adquieran.

No obstante, es comúnmente observado que, tanto los niños como los adultos, “parecen disfrutar” de romper las reglas. ¿A qué se debe ello? Desde la psicología, lo antes descrito se conoce como “psicología inversa o teoría de la reactancia”, la cual hace referencia a que una persona presenta una respuesta emocional negativa cuando ve amenazada o reducida su capacidad de elegir sobre una conducta. Es decir, las personas defienden y expresan un falso agrado hacia un comportamiento o creencia, los mismos que son contrarios a lo que se espera. Esta teoría, además, nos refiere que las personas sienten que se les está quitando la sensación de control y ello lo recuperarían al hacer lo contario a lo que se le pide.

Aunque no se ha reportado, podríamos indicar que una evidencia primigenia de esta teoría serían Adán y Eva, pues, de acuerdo con el libro del génesis, Dios, con el fin de probar fidelidad y obediencia, les dio el mandato de comer todos los frutos del árbol del huerto, excepto de uno. ¿Y qué sucedió?, pues terminaron comiendo del “fruto prohibido”, lo cual conllevó a su expulsión del paraíso. Es decir, hicieron lo contrario a lo que les pidieron.

Investigaciones
Desde la evidencia científica, la formulación teórica de la psicología inversa ha sido reportada en las siguientes investigaciones:

  • En 1976, Pennebaker y Sanders llevaron a cabo una investigación que constó en colocar dos carteles en las paredes de los baños de una universidad. Uno de ellos llevaba inscrito “No escriba en estas paredes en ninguna circunstancia” y el segundo indicaba “Por favor, no escriba en estas paredes”. Unas semanas después, apreciaron que las paredes con el primer aviso (“No escriba en estas paredes en ninguna circunstancia”) tenían más grafitis respecto a las otras paredes.
  • Otro estudio que podría ser relevante considerar es el de Wilson y Lassiter, quienes, en 1982, dividieron un grupo de niños en dos equipos con distintos juguetes. El primer grupo podía jugar con todos los juguetes; mientras que el segundo, podía hacer lo mismo, con excepción de uno, identificado como “el juguete que los niños no usaban”. Los resultados reportaron que el segundo grupo de niños jugó hasta tres veces más tiempo con el juguete prohibido. Estos resultados fueron similares a los que encontraron con adultos y llegaron a la conclusión que “cuando se prohíbe a una persona a usar un objeto, este se hace más deseable”.

¿Recomendable o no?
Muchos psicólogos, con o sin conocimiento de causa, promueven esta teoría como una forma de persuadir al otro. Incluso se puede encontrar un listado de pasos, tips o secretos para implementarlos en la vida diaria o desarrollar la autonomía de los hijos. No obstante, la psicología inversa no es una herramienta terapéutica ni tampoco es la solución para todo o para todos.

Es común que, como padres, esperemos que nuestros hijos nos obedezcan, y en caso no se logre, nos vemos frustrados. Siendo así, cabe preguntarnos, ¿es aplicable la psicología inversa en los niños?

Se podría indicar que es viable aplicarla dependiendo del momento o cuando otras estrategias ya no funcionan, no utilizándola como la primera y única forma o alternativa de interacción o manejo conductual. Sin embargo, cotidianamente escuchamos decir entre los padres “Si tu hijo no hace caso, dile lo contrario (…): si no quiere comer, dile que ya no coma más y confundido por la expresión que le diste, comerá (…); si dice que no quiere hacer las tareas, indícale que no hará las tareas nunca más y verás cómo se pone a hacer sus tareas”.

Pero ¿realmente es psicología inversa?, ¿qué sucede si en el ejemplo anterior, al escuchar que le dicen que deje la comida, el niño resulta dejándola?; o si le dicen que no haga las tareas, ¿simplemente no las hace? De otro lado, ¿qué sucede si un padre le dice a su hijo adolescente que puede llegar a la hora que quiera de la fiesta con el objetivo de lograr que haga lo que espera (es decir, que llegue temprano) y el hijo no hace caso?, ¿sería considerado resistencia? ¿Qué tanto la interacción o la dinámica familiar pueden influir en esa decisión o, incluso, el entorno o la cultura donde vive pueda conllevar a que presente esa actitud?

En ese sentido, si no tenemos cuidado en lo que vamos a transmitir o en lo que queremos lograr, podemos obtener otro tipo de reacciones: agresividad, resentimiento, manipulación, hostilidad o ira, conllevando a que se afecte el vínculo entre los padres e hijos.

Por lo tanto, resulta importante indicar que la psicología inversa es aplicable frente a situaciones muy particulares. Y en caso se presente alguna dificultad, los padres o educadores tienen que recurrir a un especialista para analizar la conducta del niño y valorar alguna estrategia específica que sea adecuada a las características del menor, puesto que no existe una receta ideal para todo.

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Fuentes de investigación

Escrito por:

Luis Miguel Echevarría Ramírez

Docente de la carrera de Psicología de la USIL. Psicólogo especialista en Neuropsicología Clínica e Infantil. Magíster en Psicología. Miembro de la Sociedad Latinoamericana de Neuropsicología (SLAN).