Uno de los activos más escasos de las empresas es el dinero, elemento fundamental que proporciona la liquidez necesaria para realizar las actividades del día a día (capital de trabajo), así como proyectar el futuro crecimiento a través de las inversiones de mediano y largo plazo (compra de activos fijos).
¿Qué alternativas tiene una empresa para obtener este recurso escaso? Una de las opciones es la reinversión de sus propias utilidades en el negocio. Es decir, en lugar de repartirlas como un dividendo en efectivo, la empresa, a través de su junta general de accionistas, puede tomar la decisión de capitalizar estas utilidades.
Hay otro camino muy conocido por todos: recurrir al sistema financiero, con dos segmentos bien diferenciados. El primero de ellos es el segmento de intermediación indirecta, llamado así porque quien requiere de financiamiento, lo hace a través de un intermediario que, usualmente, suele ser una entidad bancaria: el banco capta dinero a través de depósitos que luego, bajo su propio riesgo, los presta. El diferencial generado entre la tasa que paga por un depósito (tasa pasiva) y aquella que cobra por prestar (tasa activa) es lo que se conoce como ‘spread bancario’, principal ingreso de un banco comercial.
El segundo segmento del sistema financiero es la intermediación directa, donde desaparece el intermediario. La empresa que busca financiamiento va “directamente” a la búsqueda de aquellos que tienen excedentes disponibles para invertir. ¿Cómo lo hace? Emitiendo títulos valores: instrumentos de corto plazo, bonos o acciones. Este segmento del sistema financiero es lo que se conoce como el mercado de capitales, la competencia del sistema bancario. Ofrece muchas ventajas, pero tiene tal vez el inconveniente que no es de fácil acceso para las medianas y pequeñas empresas (tema que se tratará en un próximo artículo).
En el 2019, las empresas peruanas decidieron financiarse a través del mercado de capitales por un total de US$ 1 930 millones, 33 % más que en el 2018. La tasa de colocación, que viene a ser el costo del emisor, fluctuó entre un 3.6 % y un 9 % anual, dependiendo del periodo de vida de la emisión, así como de la clasificación de riesgo del emisor, entre otras variables.
Debemos de promover el fortalecimiento de nuestro mercado de capitales, incentivando a las empresas a emitir valores; y a la contraparte, que son los agentes excedentarios, a invertir en estos valores. Actualmente los inversionistas institucionales −administradoras de fondos privados de pensiones, administradoras de fondos mutuos, compañías de seguros, entre otros− son los principales agentes excedentarios que invierten en estos instrumentos. Queda pendiente la labor de difundirlo entre las personas naturales: que sepan que pueden acceder a mejores rentabilidades en función al nivel de riesgo que quieran asumir.
Fuentes de investigación: