¿Te suenan familiares Harvard, Stanford y Yale? Es probable que sí, pues se trata de tres instituciones reconocidas a nivel mundial no solo por el alto nivel de exigencia de sus programas, sino por las grandes luminarias y exitosos profesionales que han egresado de esas casas de estudio.
Ahora, en el ámbito de la calidad educativa, ¿sabes qué tienen en común estas tres universidades? Todas pasan por procesos de acreditación y mejora continua, ¿lo sabías? Estas instituciones consideran que es importante que las evalúen, sin perder de vista aspectos medulares de su gestión. Lo más valioso de este tipo de procesos es someterse de manera voluntaria a un análisis que tiene como principal fin incrementar la calidad del servicio educativo.
Yale y Harvard, por ejemplo, son instituciones acreditadas de manera ininterrumpida desde 1929. Esto prueba que la acreditación universitaria no es una moda y que, en el largo plazo, demuestra que la ejecución permanente de proyectos de acreditación construye una sólida cultura de calidad con foco en resultados. En Latinoamérica, si bien es un tópico que apareció en la década de los 90, se adoptó en distintos países. Las universidades se basaron en modelos que les permiten seguir parámetros nacionales e internacionales y alinear sus prácticas a exigentes estándares.
No importa el tamaño de la institución o su antigüedad, la acreditación es una práctica útil y beneficiosa para la sociedad en general. Sin duda alguna, los mejores modelos de formación aportan al crecimiento de diversas industrias y forman mejores ciudadanos.
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