Todo programa de formación profesional nace con un objetivo, el cual responde a una necesidad específica o a las nuevas tendencias del mercado y la economía global. Es claro que cada programa de educación superior tiene una misión definida, la cual funciona como directriz de las acciones que se emprenderán en el campo académico, incluyendo paralelamente elementos enfocados en la formación humanística de los estudiantes, es decir no solo cubre el ámbito teórico. Las profesiones nacen bajo una premisa y está enfocada a la solución de problemas y aporta al desarrollo del entorno.
En el marco de un proceso de acreditación, la misión de un programa es el punto de partida para evaluar las acciones que se ejecutan, mostrando así congruencia con los lineamientos establecidos. No se concibe un proceso de acreditación sin conocer este gran marco, el cual explica lo que se quiere lograr a través de las acciones que despliega y moviliza una casa de estudios.
Dentro de la misma institución, las misiones delimitan los indicadores y las metas que se establecerán en sus procesos de planeamiento. De esta manera, no se pierde de vista el “norte”, asegurando así el funcionamiento de todos los elementos que componen el engranaje y alcanzando resultados concretos.
Ahora: ¿es posible replantear una misión? Sí. Es recomendable que esta decisión sea tomada recogiendo opiniones y recomendaciones de los grupos de interés como estudiantes, graduados, consejo consultivo y docentes para articular un nuevo planteamiento, alineado con las nuevas perspectivas. Es importante considerar que si se trata de programa acreditado, es necesario consignar y sustentar la nueva misión en los reportes anuales que exigen las entidades de evaluación.
En conclusión las misiones es un aspecto esencial para conocer el perfil profesional al que se desea llegar, por lo tanto, es relevante que los estudiantes e interesados los conozcan.