Una característica de las acreditaciones en calidad educativa es que todas tienen una vigencia que, por general, puede oscilar entre los cinco o seis años. Acercándose la fecha de vencimiento, surge la siguiente pregunta dentro de las instituciones: ¿reacreditamos?
En primer lugar es relevante definir qué es una reacreditación. El vencimiento supone el inicio de un proceso para la extensión y/o renovación -por el mismo periodo- de una credencial en calidad educativa. El despliegue de mecanismos para el mantenimiento del sello se gestiona con antelación, a fin de continuar con el respaldo de una entidad evaluadora. Las reacreditaciones pueden aplicar tanto para la institución en general como para programas académicos puntuales dependiendo del caso.
¿Y si decido no reacreditar? Es una posibilidad válida, lo importante es que venga acompañada de un nuevo proceso que vaya acorde a las perspectivas u objetivos institucionales. Lo que debe evitarse es que el engranaje interno deje de funcionar, por el contrario, es imperativo maximizar los esfuerzos más que nunca. Todos los procesos de acreditación dejan una enseñanza clara, la mejora nunca debe detenerse.
El mantenimiento de los niveles de excelencia en distintos ámbitos académicos e institucionales es un factor elemental para continuar con el aval de una agencia acreditadora nacional o internacional. También es el espacio ideal para identificar nuevas oportunidades de mejora continua en beneficio de la comunidad universitaria. Los pasos que se siguen son bastante similares a las de un proceso de acreditación común, obviando la aplicación inicial.
Más allá de que el mantenimiento de una acreditación funciona como una poderosa herramienta de marketing, la continuidad supone la existencia de un trabajo constante y una cultura de calidad inherente a una institución educativa. Por lo tanto, este tipo de procesos son altamente recomendables debido a los beneficios que traen y son una clara muestra del compromiso sistemático con la excelencia académica y la mejora.